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Viernes, 30 de agosto 2024, 00:01
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Nos montamos en el Delorean para viajar al pasado. Un viaje cortito. A julio nada más. La verdad es que si contamos en semanas, tampoco ha pasado demasiado tiempo, pero como el verano está siendo largo, cálido y bien aprovechado, ese mes se me antoja algo remoto, casi olvidado. Como los días previos a salir de viaje son acelerados, tumultuosos y caóticos, conviene olvidarse de cenar tranquilos al calor del hogar, aunque sea con el ventilador a toda potencia. De ahí que los garitos de debajo de casa cobren una importancia esencial, convirtiéndose en auténticos salvavidas gastronómicos y emocionales.
A la caída de la noche, sentarse en la terraza de Casa Josemi, por la zona de Palacio de Deportes, empezar con una cerveza bien fría y seguir con una manzanilla casi helada era un gustazo. Repetimos el ritual tres o cuatro veces. Ya les conté que, en esas fechas, era difícil dar con sitios medianamente bien atendidos. Por el calor, por las vacaciones, por la falta de personal… En este establecimiento, situado donde hasta hace poco había un Diamantes, da gusto estar. ¡El hallazgo del verano 2024!
La referencia a Los Diamantes no es baladí. El dueño del local ha trabajado con ellos mucho tiempo y sabe bien lo que el público espera, respondiendo perfectamente a las expectativas, más allá de las generosas tapas con las que agasaja a la clientela. Por ejemplo, ese pescaíto frito que vale su peso en oro y que tanto eché de menos cuando andaba triscando por los desiertos de Asia Central, como les conté la semana pasada en esta misma sección.
Ya lo saben ustedes: me pirro por los salmonetes. En Casa Josemi los ponen extraordinarios, hasta el punto de que terminé comiéndomelos enteros y verdaderos, cabeza y cola incluidas. Son una delicatesen. Otros días pedimos las navajas a la plancha, tan sabrosas como jugosas. Y un estupendo salteado de alcachofas con gambas. Y ojo a la pipirrana, tan abundante como fresca y colorida.
La carta de Casa Josemi es tan amplia y bien surtida en productos de la mar que puedes volver una y otra vez y no repetir en un puñado de días. Además del pescado frito y a la plancha más tradicional, hay verduras como los espárragos, champiñones, tomate o berenjenas. Y conchas variadas y marisco, por supuesto. Y también algo de casquería, para los amantes de las emociones gastronómicamente fuertes, como sesos y mollejas. Si es 'carnicero', pero más tradicional, lo suyo serán las chuletillas de cordero.
Se lo dije hace unas semanas. Era uno de mis propósitos para este verano. La Bodega Merus es uno de los establecimientos que más y mejor ha elevado el nivel gastronómico de mi barrio, referencia imprescindible del Zaidín y en el entorno del PTS. Siempre es indicativo que gente del gremio de la hostelería la visite asiduamente. ¡Por algo será! También organizan catas de bodegas señeras de España cada poco tiempo. Se lo curran de lo lindo.
Me gustaría decirles que me di un homenaje, porque las exuberantes carnes que tienen en la vitrina y el Josper al rojo vivo invitan a ello, pero hacía demasiado calor a mediodía y, por la noche, uno ya no es lo que era. Así las cosas y tras la consabida cerveza relajante, atemperante y refrescante, nos pasamos a uno de los buenos tintos que tienen en la carta. Y para acompañar, un sabroso tomate (sabroso de verdad) con aguacate y anchoas y un extraordinario tartar de salchichón ibérico con su yema de huevo, mostaza, alcaparras, etc.
Ya les contaré más despacio. Ahora que, en teoría, deberían mitigar los calores, uno de los chuletones que tienen en exposición tiene que ir de la vitrina al plato, previo paso por las brasas, para terminar en el estómago.
Insistamos: tener sitios para elegir en el entorno casero es importante. Ya saben que, para mí, los buenos bares, cafeterías y restaurantes son auténticos templos en los que paso buena parte de mi vida. No verte obligado a trasponer al quinto pino para disfrutarlos es uno de esos lujos a los que deberíamos prestar más atención. No es sólo por lo que pongan de desayunar, comer o cenar, que también; sino lo que suponen como espacio de encuentro y diálogo donde estar a gusto y relajados. En Casa Josemi planeamos los últimos detalles de nuestro viaje a Uzbekistán entre tragos de manzanilla y bocados de salmonete. En Bodega Merus hablamos de los proyectos para el próximo otoño e invierno, charlando animadamente de las cosas del querer.
No me cansaré de repetirlo: hay que cuidar y mimar a los buenos garitos más cercanos. Le aportan valor, calor y color a nuestras viviendas y se convierten en feliz prolongación de nuestro hogar. ¡Salud!
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