«Pío Baroja tenía cualidades propias de un detective»

–¿Qué cuenta en 'Los crímenes del Retiro'?

–Es una novela negra en la que se narra una serie de crímenes que suceden en el Madrid de 1900. El policía es un excombatiente de Filipinas al que acompaña un joven Baroja que sueña con ser escritor. A medida que transcurre la acción se muestra la ciudad, desde los suburbios miserables hasta los palacios de la aristocracia.

–¿Fue complicado convertir a Baroja en personaje de una trama de ficción?

–Sí, Baroja no da el tipo de personaje de acción, pero sí tenía ciertas cualidades propias de un detective. Era un fino observador y su obra no deja de ser una brillante investigación sobre la sociedad de la época.

–¿Y recrear el Madrid de 1900?

–Revivir ese mundo desaparecido fue difícil, pero la obra de Baroja y otros autores contemporáneos me ayudaron. Era una ciudad de contrastes con barrios de miseria sórdida y palacios deslumbrantes y, al mismo tiempo, el centro de una trepidante vida cultural.

–Le quita romanticismo a profesiones como las de las lavanderas… ¿Cómo son sus personajes femeninos?

–Mis personajes son supervivientes. De las guerras coloniales, de la existencia miserable de los arrabales, de la vida dura de las clases populares. La mayor parte de las mujeres que aparecen en el libro son lavanderas, actrices, cantantes de cuplé, porteras, prostitutas; gente que se abre camino en la vida como puede. También hay mujeres de las clases acomodadas cuyas vidas también tenían un reverso tenebroso.

–¿Lo pasó bien contando el Madrid literario y bohemio de las tertulias y los cafés?

–Sí, era un mundo lleno de personajes estrafalarios que combinaban una vida miserable con sueños de grandeza. Se arrastraban por las tertulias mendigando un café o unas monedas y después hacían poemas de princesas con boca de fresa encerradas en su torre de marfil.

–¿Queda algo de ese espíritu?

–No, las tertulias y los cafés desaparecieron. Sólo queda media docena de supervivientes convertidos en atracciones turísticas. Baroja, salvo en su juventud, no las frecuentaba. Él se dedicaba a escribir, no a perder el tiempo en los cafés. Hoy lo vemos como un paraíso perdido, pero había mucha charlatanería.

–¿Ve paralelismos entre el pesimismo del 98 y la actualidad?

–Ambas épocas están dominadas por el pesimismo y el desprestigio de la clase política. Hoy, al igual que entonces, los dos grandes partidos son estructuras caciquiles y corruptas con poco crédito entre la población. No resulta extraño que entre la juventud triunfen partidos que quieren barrer con todo eso. Afortunadamente, la situación social es mucho menos precaria.

–¿Seguirá cultivando la novela histórica negro-criminal?

–Sí, creo que urdir tramas criminales en épocas con cierto interés histórico puede atraer al lector. Sobre todo, si las protagonizan personajes con gancho.

–¿En qué está trabajando?

–He acabado otra novela negra que transcurre en 1944 en la Roma ocupada. Es una novela similar a las que escribía Philip Kerr. Bien documentada y con un ritmo trepidante.

–¿Qué tal su experiencia en Granada Noir?

–Mejor imposible. La organización perfecta, el público maravilloso. Los bares, las tapas, el ambiente… todo inmejorable. Además, Granada es un lugar que uno nunca se cansa de visitar.

–¿Bien la parte gastronómica?

–Bien no, excelente. Recuerdo el bacalao de Tendido 1 y la tapa de cochinillo de la Ruta del Azafrán y se me hace la boca agua. Todo ello con cerveza Alhambra, como debe ser.