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Tras los excesos del comienzo de la semana pasada en Terrae, desayunando, almorzando, comiendo y cenando en Gran Canaria como si el mañana estuviera amenazado por Trump y Putin (¡Oh-Dios-mío!) volví a Granada firmemente dispuesto a someterme a una cura detox y a no pisar bar, taberna, bodega o restaurante alguno durante al menos una semana.
Pero el hombre propone y Gargantúa y Pantagruel disponen: tras una presentación en Librería Picasso, los pasos nos condujeron irremediablemente a un garito que nos permitiera saciar la sed después de una hora larga dándole a la sinhueso. Y ya de paso, a cenar algo, no fuera a darnos un vahído o bajada de azúcar. Recalamos en Noodle Rest, un fascinante establecimiento de inspiración asiática y de espectacular decoración en las paredes al que llevaba mucho, demasiado tiempo sin ir.
Además de las consabidas y omnipresentes gyozas –de cuya burbuja habría que empezar a hablar, que aquí pegan y tienen sentido, pero en otros sitios, no sé yo– pedimos un okonomiyaki. Y me acordé de cuando los dueños del negocio, Emilio Varela y Sandra Navarro, me aseguraron que sería la nueva tendencia culinaria llegada de Oriente. «Es un plato hecho con varios ingredientes cocinados a la plancha al que se le pueden añadir salsa y topings. El nuestro tiene a la col como ingrediente principal», nos contaban.
«¿La col? ¿En serio? ¡Y tan en serio! En Noodle Rest hay cuatro en carta. Uno es enteramente vegetal. Los otros incorporan langostinos, bacon y salmón y se acaban con katsobushi y aanori o, lo que es lo mismo, setas 'flotantes' que parecen aletear sobre el plato al contacto con la superficie caliente de la verdura compactada y algas. Probado, efectivamente resulta exquisito, repleto de sabor, texturas y matices». Vuelto a probar, me reitero en esa apreciación. ¡Qué sabroso y diferente!
Pero el plato que me hizo viajar en el tiempo fue un arroz con pato. El pato, para mí, es el colmo de la sofisticación. Por aquí no se estila y, siempre que lo veo, lo pido. Por ejemplo, hace unos meses, en Isla Mayor…
Me acordé de aquel entorno y de aquel puchero, también, al ver la extraordinaria película 'Tierra de nadie', que transcurre por el entorno de la Bahía de Cádiz. Y tiene secuencias grabadas con dron que me recordaron a 'La isla mínima'. Le pregunté por ello a Fernando Navarro, el guionista de ese thriller que está funcionando tan bien en taquilla y que les aconsejo vivamente disfrutar en pantalla grande, que tiene momentos espectaculares y bellísimos.
Navarro ama 'La isla mínima', que le parece una de las grandes películas españolas de la historia de nuestro cine, pero no la tuvo como referente a la hora de escribir el libreto de 'Tierra de nadie', aunque coincide en que hay tomas que comparten una estética semejante.
Les cuento esto porque a finales del año pasado estuve en Jerez de la Frontera y, antes de volver a Granada, hicimos una excursión por Isla Mayor e Isla Menor. Nuestro objetivo: llegar a Isla Mínima. Pero el GPS se volvió loco y terminamos perdidos por los carriles de tierra de las marismas. Todo muy bucólico y cinematográfico, pero poco práctico.
Tras dar bandazos sin ton ni son, desistimos de llegar a nuestro destino y nos contentamos con recalar en El Tejao, uno de los restaurantes de Isla Mayor donde sirven especialidades locales. Como un espectacular y soberbio puchero de arroz con la carne de pato como protagonista. Fue lo más cerca que llegamos a estar de la película de Alberto Rodríguez.
El caso es que el plato de arroz con pato de Noodle Rest se parecía al de El Tejao como un huevo a una castaña, a pesar de estar ambos elaborados con los mismos ingredientes principales. Y eso es precisamente lo bueno, lo excitante, de la gastronomía, que siempre te sorprende.
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