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Hacerse mayor es, también, aprender a disfrutar de las lentejas. Uno cobra conciencia del paso del tiempo cuando se encuentra feliz y dichoso frente a ... un plato humeante de una legumbre con mala fama, auténtica pesadilla para miles de niños cuando se acercaba la hora de comer. La madurez es, en fin, reconciliarse con ellas y disfrutarlas con sus avíos, el chorizo, el tocino y morcilla. O sin carne, con sus patatas y zanahorias.
Hablamos de una legumbre con múltiples propiedades para el organismo y que, por tanto, debe formar parte de una dieta variada. Son ricas en fibra, por lo que favorecen el tracto intestinal, y aportan mucha energía y proteínas sin apenas sumar grasas, de ahí que sean idóneas para los deportistas que tienen alto consumo energético en su actividad. De hecho, la grasa que aportan las lentejas es de la buena, de la que suma en vez de restar… aunque contribuya a reducir los niveles de colesterol. Y como los hidratos que le meten al cuerpo son de absorción lenta, ayudan al cerebro y favorecen la concentración y una actividad intelectual sostenida en el tiempo.
Famosas por sus altas cantidades de hierro, son una inmejorable aliada contra la anemia y, gracias al ácido fólico, están particularmente indicadas para mujeres embarazadas. Además, combaten la diabetes al reducir el nivel de glucosa en sangre. Como las lentejas también aportan potasio, son buenas para el sistema nervioso. Y el fósforo, beneficioso para gran parte de nuestra estructura corporal: huesos, músculos y dientes.
En la casa de Alonso Quijano también se comía lentejas los viernes, como leemos al comienzo del Quijote. Serían viudas, forma popular de denominar a las vegetarianas que no llevan tocino o chorizo, por lo de la abstinencia. Ni costilla de cerdo, otro avío que les va de lujo. Ahora que llega el calor, la mejor forma de comer las legumbres es en ensalada, fresquitas, que los purés, cremas y sopas empiezan a no apetecer. Con vinagreta de mostaza están buenísimas. Y ojo al hummus de lentejas, no tan famoso como su primo garbancero, pero igualmente sabroso.
Las lentejas forman parte del habla cotidiana, más allá del famoso dicho, (casi) nunca cumplido cuando éramos críos, de que si quieres las comes y si no las dejas. Sinónimo de 'es lo que hay: si te gusta bien y si no, también', llevar las lentejas a casa hace referencia a ganarse la vida de una forma laboriosa y, por contra, venderse por un plato es signo de bajeza y miserabilidad desde los tiempos de Esaú. Es feo y edadista lo de 'lentejas, comida de viejas'. Mejor el estoico 'si tienes pan y lentejas, ¿por qué te quejas?'.
Fue una de las primeras legumbres domesticadas por el hombre y cuenta con 7000 años de historia. Se daba muy bien a orillas de ríos como el Nilo y estuvo en la base alimenticia de los sufridos constructores de las pirámides de Egipto.
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