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pablo amate
Viernes, 23 de diciembre 2022, 00:13
Como intuyo que todos están organizado para Navidad, les cuento recuerdos de estas fechas. No sé en qué canal de TV vi que se hacían ... eco de un mensaje político a favor de dejar propina. De nuevo se acude a conceptos emocionales para que aflojemos la mosca, dado que el pago con tarjeta de crédito lo ha eliminado. Es un gran anuncio televisivo. Que solo su filmación cuesta miles de euros. Más, su emisión en gran audiencia. Otro despilfarro.
Trances maquiavélicos
Cómo estará la cosa que en mi vida madrileña tuve que ir urgente al hospital de La Paz. Como siempre, algún taxista hace la prueba 'del algodón'. Vieja costumbre de los taxistas catalanes. ¿Por dónde le llevo? ¿Por Capitán Haya y vías subyacentes o por Castellana? Solo titubear ya le da idea al 'mecánico' de que eres otro pardillo en Madrid. Pero jamás había vivido esto. El taxista sabía que iba de urgencia. Y en Madrid es obligatorio disponer del cobro con tarjeta de crédito en el taxi. Pero, aquí viene el truco. La tarjeta no es aceptada. La pasé muchas veces. A los 25 minutos de estar en la puerta del hospital y la máquina no acepta tu tarjeta. Echas mano del efectivo por la angustia. Así no hay problema, ni recibo. Y dejas todo el cambio, pues tampoco tiene la vuelta. ¡Ojo! Esto sucede en un 1%. La gran mayoría de taxistas son 'ángeles de la guarda'.
El entrañable aguinaldo
Lo daban abuelos, padrinos y algún pariente que tuviese simpatía a tu pequeña persona. Ya cumplidos equis años, no se volvía hablar de esa dádiva. Salvo que el abuelo tuviese costumbre de regalar dinero en vez de corbatas u otras fruslerías. Otro de los momentos navideños que me gustaba era acudir de la mano de mi padre a ver la venta de panderetas y zambombas, templadas con lumbres de leña, junto al corralito de pavos vivos. ¡En los soportales en Puerta Real! Nadie se espantaba. Y un día concreto, los guardias municipales, recibían el cariño de sus paisanos con regalos. Momento de concordia y afecto a nuestras fuerzas de seguridad.
La propina, según dónde y qué
Una noche en Acapulco, México, cenamos de maravilla con vistas paradisiacas. Dejamos generosas propinas. Al salir, nos detiene el metre: «Falta dinero». Cambio de rictus. Había que poner más dólares USA. Otra cosa es Estados Unidos, siendo obligatoria, dado que es el sueldo de sus empleados. En otros cientos de países donde he vivido tenían sus costumbres. Pero la vergüenza pasada en Acapulco jamás la olvidamos. Por cierto. Al presidente mexicano: Ya no se puede ir a Acapulco. Leo que los cárteles –mafias de la droga– se apropiaron de hoteles, etc. Yo que usted limpiaría su país antes de arengas manidas. Y aquí estoy, 'manito'; venga usted. Sin sicarios. A su disposición y 'con dos'... Feliz Navidad solo a la buena gente.
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