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Vale que julio esté avanzado, pero todavía nos queda mucho verano por delante y me gustaría exprimirlo lo máximo posible, gastronómicamente hablando. Para empezar, quiero ... seguir profundizando en el mundo de las catas, que este año me estoy empleando a fondo. Tengo una en La Taberna de Kafka y he de pasar por Los Luises: allí me espera una buena y agradable sorpresa proveniente de Galicia.
Mi intención es ampliar el rango y entregarme también a las catas de cerveza, que la propuesta de Cervezas Alhambra en su Jardín, que ha cosechado un apabullante éxito, crea escuela y ahora me apetece seguir descubriendo los matices de las nuevas Numeradas, siempre tan exquisitas. Y de las viejas, que he revisado los armarios y altillos de la cocina y han aparecido algunas botellas por ahí camufladas.
Volviendo a los vinos, y dado que espero pasar alguna semana más por la Costa Tropical, me gustaría acercarme a conocer a la gente de Bodegas La Gabirra, donde se elabora el vino Calahondo, en Carchuna, a tiro de piedra de La Chucha. El Calahondo es un vinazo, que lo he probado dos o tres veces y querría saber más de él. Y por seguir en el terruño, tengo una visita pendiente, desde hace demasiado tiempo, al I+D de la cooperativa La Palma de Carchuna.
No voy a insistir en la cuestión de los espetos y los pescados a la brasa, pero convencido de que es pecado no comer pescado en verano, cerca del mar… pues eso. Que me pienso aplicar a fondo, si el tiempo lo permite y la autoridad no lo prohibe.
Lo mismo con las cocinas exóticas. Se lo digo muchas veces y no dejo de insistir: la cocina, como el cine y la literatura, es un excelente pasaporte que nos permite viajar sin movernos del sitio. Sentados a la mesa, los aromas y el sabor nos transportan a miles de kilómetros. Para celebrar la felicidad que me deparó la lectura de 'La taberna de Kamogawa', esa joya publicada por la editorial Salamandra que nadie con un mínimo de buen gusto debería perderse, le tengo echado el ojo a una taberna japonesa con muy buena pinta del centro de Granada.
Además, estoy por volver a Its Vietnam, que me encantó su propuesta gastronómica y su ambiente. Y tengo que insistir con Corea: en Navidad sufrí un desengaño culinario con su cocina y me gustaría repararlo. Cambiando de continente, hace tiempo que no he pasado por México y eso no puede ser. Y me apetece volver a Oriente Medio y el Magreb, también. Vamos a ver.
Y está lo de las terrazas. Las de Alarique, por ejemplo, donde oficia Ángel Garrido con brío, sapiencia y energía. La semana pasada, para despedir el ejercicio lector 22/23, una veintena de miembros del Club de Lectura y Cine de Granada Noir nos dimos cita en la terraza con vistas a la Torre de la Vela y el Albaicín y, antes del primer sorbo de cerveza, nos hartamos de hacer fotos a la caída de la tarde. La otra terraza, la que mira a la Catedral, es igualmente una maravilla. Y ojo al fresquito que corre por la Cuesta de Gomérez, un lugar privilegiado de Granada.
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