Álvaro García, chef y promotor del ecléctico restaurante Sarita Colonia de Motril. Ideal

El restaurante fusión nikkei de Motril que ahora llega también a Sevilla

La innovación culinaria no deja de sorprender, y no solo implica a la oferta gastronómica, sino también al ambiente y a la experiencia general. Es lo que busca Sarita Colonia, surgido en Motril y preparado para dar el salto a otras latitudes

Sergio Sebastiani

Viernes, 14 de febrero 2025, 00:21

Para que una propuesta culinaria nueva destaque por sobre las demás, debe tener, además de una carta atractiva, un carácter innovador y un punto de ... seducción para el potencial cliente. Es una buena manera de que el boca a boca haga lo suyo y se dé a conocer, e incluso trascienda fronteras. Pero no solo se antoja innovar en elaboraciones gastronómicas o en cuanto al aspecto del ambiente, sino también en el concepto de negocio.

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Todas esas características las reúne un local de Motril que está a punto de cumplir su segundo aniversario, y que en breve dará el salto para sorprender también a los sevillanos. Y las ambiciones no terminan ahí, pues la intención es lanzar una franquicia que pueda multiplicar la idea por toda la geografía española. Estamos hablando de Sarita Colonia, concebido por Álvaro García, cocinero y empresario gastronómico, propietario de otro establecimiento en la localidad costera –el restaurante Zarcillo– y conocido como el 'Chef de la Quisquilla' por la difusión que hace de ese producto local.

Esta segunda propuesta nada tiene que ver con el preciado crustáceo motrileño. Se plantea como «joven y urbana», un «antro chic» irreverente y canalla donde la fusión peruano-oriental es protagonista, y «un poco más agresivo que los formatos normales», señala García. Denomina su formato gastronómico como 'street food', pues «no deja de ser una comida callejera cuidadita, con buena materia prima, en un ambiente desenfadado con mucha coctelería que invita a tomar copas con la comida». Así se le plantea al comensal nomás llegar, ofreciéndole una carta de cócteles que llaman la atención por sus nombres, y más aún cuando se presentan en copas de curiosas y variadas formas. Mimosa de mandarina helada, estrella del porno, monkey island o ponche de rosas son solo algunos de sus sugerentes nombres.

El exotismo y la fusión de estilos es uno de los pilares de la estética de Sarita Colonia, el emprendimiento del chef de Motril Álvaro García que pretende traspasar fronteras.

El estilo culinario corresponde a «fusión peruana con comidas del mundo», especialmente asiáticas, que según explica García «se basan en el periodo en que Fujimori fue presidente de Perú y transformó la gastronomía del país». Una carta con elementos de la cocina nikkei, que combina elementos de las gastronomías peruana y japonesa –el término describe históricamente a los emigrantes nipones en el país sudamericano–, y también de la cocina chifa, que en su caso alude a la fusión chino-peruana. A ello se añaden «toques franceses con la elaboración de las salsas, porque así es la cocina peruana, es muy rica porque juega con la fusión de varios estilos», añade el cocinero.

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Cocina urbana y versátil

«Buscábamos un concepto de negocio con una cocina más urbana, muy versátil, que tuviese encanto y que no estuviera demasiado trillada. Sobre todo, que nos diera la oportunidad de jugar con muchos tipos de cocina», puntualiza el propietario de Sarita Colonia, cuyo menú propone una serie de entrantes fríos, entre los que se pueden citar el ceviche de pez blanco, ensaladilla 'japo' con tartar de atún rojo, nachos chilaquiles mexicanos o causa limeña de pollo ranch. Pero también hay picoteo caliente, con empanada margariteña de ternera, brochetas de pulpo, arepa de cochinilla pibil o tequeños venezolanos de queso trufados.

Uno de los pilares fundamentales de su oferta gastronómica es, no obstante, la hamburguesa, con opciones muy diversas, en su mayoría con carne de vaca madurada de 300 gramos. Coreana, Milagros o Maya Smash son algunas de sus denominaciones, destacando por su contundencia la hamburguesa Narco, con mantequilla ahumada, trufa fresca, hígado de oca a la parrilla, rúcula y mahonesa especial. También sorprende la Doble Perdón, con doble de carne y de queso, panceta, rúcula, cebolla melada y mahonesa kewpie. Ambas salen acompañadas de patatas parisinas. La hamburguesa Coreana asombra con el sabor del kimchi, la Milagros por el del mouse de oca, la Maya Smash por el toque picante de los jalapeños y la de pollo crujiente por la pincelada que le aporta la salsa peruana. Cada una de ellas multiplica las combinaciones según el pan que se escoja, que puede ser clásico especial de jazmín, brioche de patata y mantequilla, de arroz y cereales o de arepa de maíz.

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Para quienes prefieren las carnes al plato, destacan el lomo de vaca trinchado al wok estilo saltado peruano –incluye wok de verduras, cilantro, cebolleta y sésamo– o el solomillo de vaca braseado nikkei, braseado con sésamo, salsa especial y algas. Para rematar la faena, no faltan postres con nombres igual de curiosos como tarta tres leches limeña o mochis japoneses de mango.

Cuidada estética

El mismo eclecticismo de la carta se deja ver también en la estética del espacio. «El interiorismo está muy trabajado, con el rescate de muchos elementos que todos conocemos de las casas de nuestras abuelas», explica Álvaro García, que remarca también la «cultura de detalle en el montaje de las mesas», que configura también la personalidad del establecimiento a través de la vajilla utilizada o de las copas en las que se sirven los cócteles. Todo fue fruto de un estudio pormenorizado en cuanto a la carta y a la estética del espacio.

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La joven peruana aporta nombre e imagen al establecimiento. ideal

Ya desde el primer momento, estudio de mercado mediante, se planteó «trabajar un negocio escalable y aperturable en cualquier punto de Andalucía», dice García. Dentro de aproximadamente un mes está prevista la apertura en Sevilla, en un local que ya está en proceso de adecuación y que tendrá una decoración idéntica a la de Motril. Aquí se centra de momento toda la actividad, aunque la intención es generar una cocina central en algún punto estratégico desde el que salga todo el producto. Los de Motril y la capital hispalense serían los locales insignia, con vistas a promover el modelo en distintas ferias de franquicias.

La comida, la decoración, la vajilla, los cócteles… «Lo que se propone en definitiva es una experiencia diferente», indica García. Tras la cena, la música sube dando lugar a una transición de restaurante a pub, «invitando a una sobremesa con cócteles», e incluso a acudir en trasnoche con ese fin hasta el cierre a las 2 de la mañana.

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La inspiradora

A estas alturas, cualquiera que no haya estado aún en Sarita Colonia se preguntará el porqué de ese nombre. Pues hace referencia a una joven peruana que vivió a comienzos del siglo XX, fallecida con tan solo 26 años, a quien se le atribuye la capacidad de hacer milagros y es venerada como una santa popular, aunque no está reconocida como tal por la Iglesia. En la presentación de su página web, el establecimiento situado en la calle Comedias –«antiguo barrio decadente de Motril»– se encomienda a «la calidez y hospitalidad de la venerada niña peruana de los milagros, clavo ardiendo de los imposibles», que «envuelve y da nombre a un local que convierte la rabia marginal en un bálsamo para la tolerancia y el respeto». Toda una declaración de intenciones.

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