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Jesús Lens
Viernes, 8 de septiembre 2023, 00:02
Final de agosto. Cae la tarde en La Chucha, pero la velada se presume larga. No cabe salir a correr. Nos acercamos a un mostrador ... efímero en la playa en el que Daniel Lorente lo ha dispuesto todo para disfrutar de los míticos palitos de ron. De Ron Montero, por supuesto. El nuestro. El de Motril. El de toda la vida.
La música comienza a sonar y Daniel, tercera generación de chuchero de raza, arranca con la mezcla proverbial. Un par de horas después, ahí sigue, hecho un máquina, sin perder la sonrisa. «Me gusta el Ron de la firma Montero por la calidad de sus materias primas, seleccionadas cuidadosamente para continuar con la elaboración artesanal del Ron Pálido como se hace desde el año 1963», explica con entusiasmo. Y sigue desgranando la historia de la mítica bebida, su elaboración artesanal en barricas siguiendo el sistema de soleras y criaderas y la importancia social y económica que tiene. ¡Qué gran embajador, además de impecable maestro de ceremonias!
Entonces, Daniel Lorente se deja arrastrar por la parte más festiva y fiestera de la bebida: «Desde una terraza, una plaza, un gran salón e incluso una pista de baile, Ron Montero ha estado acompañándonos para embriagar a los granadinos de tradición y sentimiento». Pero con sosiego. De hecho, la frase con la que remata sus palabras es la impresa en la etiqueta de la botella: «Recuerde beber Ron Montero con moderación, le durará más». ¡Me encanta!
Siempre me gustó el ron. Desde niño. Y no porque me dejaran probarlo en casa, precisamente. Me gusta gracias a Long John Silver, 'La isla del tesoro' y su famosa canción: «Ron, ron, ron; la botella del ron. Quince hombre sobre el cofre del muerto, ¡yo, ho, ho! Y una botella de ron». ¡El sabor de la aventura!
De jóvenes, en nuestras tropelías nocturnas por la Costa Tropical, pedíamos Paco Montero Martín por su nombre de pila. Como si el inventor, el alquimista del Ron Pálido, fuera de la familia. Años después, cuando mi buen amigo Lorenzo Lunar Cardedo, el excepcional escritor cubano, vino a Granada, le di a probar el Pálido. Les confieso que estaba asustado, que hablamos de uno de los mayores expertos en rones del Caribe. Cuando confirmó que sí, que estaba muy bueno, que era excelente, respiré tranquilo. Durante sus meses de estancia en Granada sólo le vi tomar dos bebidas: Cerveza Alhambra y Ron Pálido. Y lo bebía al natural, sin hielo ni agua. Y, ni que decir tiene, sin contaminarlo con refresco alguno, influencia de Satanás, como decía entre risas.
Entrados en septiembre, sé positivamente que difícilmente volveré a comerme un espeto de sardinas este año. La vorágine del último cuatrimestre nos succiona y cuesta escapar de su influjo. Pero hay truquillos para engañarnos y prolongar el sabor del verano. Por ejemplo, el Licor Ron Café Montero, una exquisitez que puede llegar a ser pecaminosa. Si bebido está rico –muy frío: lo mejor es tenerlo en el congelador– añadido a un helado, de turrón, por ejemplo, le aporta una textura y un sabor exquisitos. Pecadillos veniales para sobrellevar los rigores de la vuelta.
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