Un buen trozo de lomo de novillo pampeano, vuelta y vuelta.

La semana cárnica, entre lomos y hamburguesas

Gastrobitácora ·

Sin pretenderlo, me he descubierto comiendo carnes variadas, en casa y en la calle

Jueves, 25 de febrero 2021, 22:46

Hay piezas que, apenas les echas el ojo encima, te llaman a voces. Así ocurrió con un fastuoso solomillo de ternera que el pasado domingo, ... vuelta y vuelta y apenas sellado, lujuriosamente rojo, se deshacía en mi boca. Una pieza selecta de carnicería que convirtió el almuerzo en un festín. Mientras, en la calle, se desencadenaba una tormenta perfecta de lluvia, viento, truenos y relámpagos.

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A mí, la carne, me gusta al estilo Tarantino: que sangre nada más pincharla. Y siempre que me tomo un solomillo jugoso o un buen filete, me acuerdo de Manuel Vázquez Montalbán cuando defendía que la civilización tal y como la conocemos, comenzó cuando un homínido arrimó un trozo de carne al fuego y, en vez de devorarla cruda, la cocinó por primera vez.

Un par de días antes de esa gozada cárnica casera ya me había metido entre pecho y espalda otro buen lomo de carne. En este caso, en la terraza del restaurante argentino Atahualpa. No fue premeditado. Eran las tres y media de la tarde, llevaba caminando varias horas, había gusa… y todas las terrazas estaban llenas. Cuando vi que se quedaba una libre en mitad de la plaza del Campillo, me abalancé sobre ella. ¡Bendita decisión!

Me gustan los restaurantes en los que te cuentan cosas sobre su carta y te hacen recomendaciones. Recomendaciones, ojo, no imposiciones más o menos veladas. Así ocurrió en esta ocasión. Al pedir una parrillada de carnes diversas sin mayor complicación y para probar diferentes piezas, el camarero hizo un gesto que me llevó a preguntar.

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–Con una parrillada apenas se disfrutan los mejores cortes que tenemos, la auténtica especialidad de la casa, el lomo alto y el lomo bajo.

Y a ellos me entregué. Fue una decisión acertada. Cuando una carne es buena, resulta una gozada comerte una buena pieza, en el punto exacto. Si tuviera que elegir, me quedo con el lomo alto, que lleva la grasa infiltrada, mientras que en el bajo queda por fuera. Carne sabrosa, tierna y jugosa. Un gustazo para los amantes de la carne.

Antes era mucho más carnicero que ahora, lo confieso. En los últimos años como muchas más ensaladas, parrilladas de verduras y filetes de aguja, salmón o pez espada que chuletas y solomillos. Aun así, me sigo pirrando por un buen entrecot, que conste. O por una hamburguesa de calidad.

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Me pasó el lunes. Eran las cuatro de la tarde, aún no había comido y me quedaba una tarde intensa de trabajo por delante. Salí en busca de una terraza al sol para tomar algo rápido y me encontré con que la Taberna Ríos tenía mesa libre en la calle, con sus estufas. Eso es más complicado que acertar la bonoloto, así que me subí la cremallera del forro polar, pedí un quinto de Alhambra, una tapa de morcilla y, para comer, una hamburguesa completa.

Las chacinas y las carnes que sirven en el Ríos son de calidad superior. Sus orígenes alpujarreños les representan. Pocos bares de barrio despiertan tanto fervor popular, con clientes que son auténticos militantes y fans fervorosos. Así las cosas, una mesa en su terraza es una pieza más codiciada que el mismísimo bitcoin. No importa la hora del día que sea: si hay mesa libre, la ocupo. Eso es así.

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Tres piezas de carne muy seguidas. A partir de ahí, vuelta a las ensaladitas, los purés y el pescado. A la fruta, los yogures naturales y el queso fresco. Al menos, durante dos o tres días, tampoco vayamos a exagerar.

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