pablo amate
Viernes, 18 de febrero 2022, 00:23
Yo no queria escribir esto. Ya gestan mágicos, elegantes y esoterismos Carnavales de Venecia. Mientras, por estos lares seguimos haciendo el palurdo en su más alta cualificación. En donde vea servilletas negras, de papel o algodón indio, de papel, El dueño, encargado o responsable del ... ese negocio hostelero, no tiene ni puñetera idea de hostelería. ¿Lo puedo explicar más fuerte,. Imposible más claro. El color negro solo sirve para las góndolas y ciertos, que no todos los coches de lujo. Pínte de negro un Dancia y se echan spray matacucarachas.
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Luces como sabores
Inteligente cliente, bien sabe que en los mercados de carnes son iluminadas por un tipo de luces, muy sofisticadas que resalta o diluyen colores y matices nada naturales. Los manteles y servilletas rojas, verdes, moradas, azules de cualquier tono, etc. No benefician.
El colores blanco niveo. Y si el restaurante es de los buenos, serán de tela, hasta de hilo. Siempre blancas y grandes, a juego del mantel. A lo sumo unas iniciales bordadas, para que recuerde donde la afanó y en donde se siguen acordando de su chin...madre.
A cuadros, que no rayas
Solo respeto los manteles de hilo que tienen en la casa de comida marinera de lujo. Donde los gritos, expresiones soeces sicilianas, y los mejores mariscos y pescados frescos se sirven con esmero, bullicio, zagurdera y un caldo de pescado con muchas rapas, llamado «a la putanesca». Si se clava en cierto punto de su faringe, dese «por difunto». A veces es casualidad, otras muchas, por encargo. El muelle es discreto, escandalosa, terraza con vistas, protegido por una lechigada de miembros de la'Ndrangheta
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Para decir «no»
Entre la obra y pensamientos de García Marquez, el escritor. No se me va jamás su sentencia. «siento que hasta los 49 años no supe decir no, de forma educada, pero rotunda». Un restaurante que se precie en calidad, todo blanco. Bueno, solo también dejaré por los siglos amen, sea Chez Fernández. A lado de la Iglesia de San Sulpicio. Con su insuperable confit de pato. Abominable el ruido. Inolvidable su recuerdo palatal. Me enseño nuestro Embajador del Reino de España en París, año 1995.
Bebo Valdés
Estuve con Bebo , oyendo llegar el alborada. Nunca atreví jamas a decir que era amigo. Al alba, mientras rezuma por la comisura de mis labios, micras de efluvios del agua del rio Spray, caímos entre lagrimas negras e in pubes sabanas. Mientras, Bebo Valdés, tieso como una caña de azúcar, fibroso, con los dedos trepidantes, y vibrante como un junco. Vivía, disfrutaba y mandaba fuerzas positivas en cuerpo y alma.
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