El steak tartar de ibérico más sabroso y los espetos, por fin
Ya cayeron las primeras sardinas de la temporada. También disfrutamos una extraordinaria cena de celebración en Asador Curro, donde cada bocado es una gozada
Me encanta disfrutar del trabajo en sala de los buenos camareros, expertos en terminar algunos platos frente a los comensales, contándoles curiosidades sobre el cómo y el porqué, pero sin apabullar ni resultar intensos o cargantes. Por ejemplo, el steak tartar de salchichón y jamón ibérico de Asador Curro hecho con Joselito y que ahora se encuentra en muchos restaurantes, pero que él fue el primero en traer a Granada.
Hay platos que son icónicos en determinados establecimientos y que pides una vez sí y otra también, siempre que vas y por sistemas. Platos que le dan sentido a todo y que te gusta 'presentar' a la gente que te acompaña cuando es su primera vez. Hace unas semanas tuvimos celebración y nos fuimos para la Carretera de la Sierra, donde lo pedimos todo para compartir. Y todo light, ahora que lo pienso, de las fastuosas Croquetas de jamón con mahonesa de kimchi a las alcachofas fritas en mar de salmorejo y miel de caña. Esto lo contabilizamos como 'verde', por cierto.
La ensalada Estrella, con tomate kumato, aguacate, cebolla y ventresca en conserva de atún sí entraba dentro de esa categoría y luego ya el referido steak tartar, cuyo aderezo se prepara en un pequeño bol de cristal situado sobre otro más grande con hielo picado, que la temperatura de los ingredientes en esencial en este plato. Y más con estos calores. Se vierten dos yemas de huevo, un poco de mayonesa japonesa, salchichón y jamón cortados a taquitos pequeños, la miel de caña, un poco de aceite de oliva virgen extra, un golpe de salsa Perrins y tabasco. Se agita todo hasta que queda bien homogéneo y se sirve rodeado de más mayonesa y con unas ricas regañás. ¡Un auténtico gustazo! Sólo por este platazo ya merece la pena –y la alegría– darse un salto al Asador Curro.



También eran de muy de dieta los sensacionales y crujientes Torreznos al estilo Curro, con su salsa agridulce, zumo de limas y ralladura y la igualmente soberbia Oreja cochifrita con parmentier trufado y salsa sriracha. Otra dimensión para esa casquería que tanto me gusta. ¿Y de beber, además de la siempre imprescindible cerveza? Pues estando allí, nos entregamos al Vermú de Garaje, como no podía ser de otra manera, tanto a blanco como al rojo, y después de una exquisita tarta de queso casera, rematamos con un gintónic elaborado con la ginebra Road 78, también By Curro Premium. Y es que allá donde fueres, bebe lo que vieres. Y lo que destilan y fabrican en el barrio.
Una velada festiva y de celebración en la que disfrutamos de las mejores viandas en la mejor compañía posible. Y es que, si quieres acertar, Asador Curro es una apuesta segura.
Espetos de sardinas
Para empezar, tres espetos. Éramos cinco a la mesa y posiblemente nos quedáramos cortos. Porque siempre hay alguien que dice que las sardinas no le gustan demasiado, pero termina poniéndose púo. O púa. Y es que las sardinas son como las pipas: una vez que empiezas, cuesta trabajo parar.
Hablar de la dimensión telúrica de los espetos es un clásico del verano, como la sangría, los fuegos artificiales o los temporales de Poniente. Los cuatro elementos primigenios en el plato. La sardina extraída del mar. El fuego para asarla. El viento que aviva las brasas y la caña o el metal para ensartar el pescado. No hace falta más. Pero tampoco menos.
Es todo un ritual, lo de asar el pescado a la brasa. Y así sale de bueno. El verano entero podría estar alimentándome nada más que de espetos y gazpacho. Y cerveza, claro. Junto a las sardinas, otros clásicos en fritura como los calamares y los boquerones, siempre resultones. Y unas berenjenas con su miel de caña. El Farillo de Calahonda es uno de mis sitios imprescindibles del verano, lugar de visita obligatoria en el que siempre hace fresquito y donde se está, literalmente hablando, la mar de a gusto.
Esta semana espero darme saltos costeros a Salobreña y a AYolanda, en Almuñécar. Y a un sitio del Valle de Lecrín que estoy loquito por probar. ¡Lo iremos contando!
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