Street Food en las terrazas granadinas
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Gastrobitácora ·
Esta semana ha sido más de bares que de restaurantes. Han prevalecido los manteles individuales de papel sobre los de tela y mi guía culinaria fue InstagramJesús Lens
Granada
Viernes, 26 de marzo 2021, 00:44
Nunca como este año hemos comido y bebido tanto en la calle, a pesar del frío y la lluvia. Es lo que toca, que al ... aire libre se está mejor. O, al menos, más seguros. De ahí que el concepto de Street Food tenga más sentido, más vigencia que nunca.
Originalmente, la Street Food era la que se compraba a un vendedor de la calle que la preparaba de forma artesanal y en el momento. Se solía despachar en food trucks, camiones-cocina itinerantes que se situaban en diversas partes de ciudades y pueblos. Comida para comer de pie o caminando, con las manos, sin necesidad de usar platos o cubiertos.
Pero el concepto trascendió y ahora hay bares y restaurantes fijos especializados en este tipo de comida informal, sabrosa, mestiza y con un fuerte componente internacional.
Un tipo de comida que viaja, también, a través de las redes sociales. Si han visto ustedes la simpática película 'Chef', de Jon Favreau, el mismo director que lo ha petado con 'The Mandalorian', sabrán de qué les hablo. Trata sobre un famoso cocinero en reinvención que se embarca en un viaje por los Estados Unidos en una food truck. Gracias a Twitter, se convierte en todo un fenómeno.
Actualmente, en el mundo gastro, la red social que prima es Instagram y en Granada hay bares y restaurantes que la usan de forma magistral. Por ejemplo, Pachamama, un garito especializado en Street Food cuyas fotos me hacen babear cada vez que las veo, por lo que me decidí a hacerles una visita y comprobar si la realidad está o no a la altura de las expectativas generadas por las imágenes.
Vaya por delante que el nombre, Pachamama, ya me gana. Se trata de una palabra de origen quechua que hace referencia a la Madre Tierra. Desde que estuve en Perú, una de las cumbres viajeras para los gastronómadas, me quedé prendado de su sonoridad, del concepto que representa y de la rica y feraz imaginería que lleva aparejada.
Un ambiente joven y desenfadado preside un local cuya oferta es amplia y variada, con distintos tipos y cortes de carne de lo más sugerentes. Aunque nunca he sido muy terracero, como les he comentado en otras ocasiones, me he acostumbrado a comer en la calle y al aire libre. Sin embargo, me cuesta pedir carnes asadas o braseadas fuera, dado que no tardan en enfriarse y quedarse secas.
En Pachamama elegí platos más de andar por casa. Las bravas, por ejemplo. Que estaban muy buenas, pero que no eran bravas. Es uno de mis caballos de batalla. Las bravas. ¡Lo que cuesta encontrar buenas bravas, pero bravas de verdad, en Granada! Insisto: las patatas estaban de lujo, en su punto exacto, con una salsa suave y ligera. ¡Pero no eran bravas! Y también le tiré al boniato o papa dulce, sabroso tubérculo que no es habitual en la oferta de nuestros bares y restaurantes, igualmente delicioso.
Hay otro local granadino, especializado en comida oriental, cuyas fotos de Instagram también me hacen salivar. Cada vez que las veo siento la tentación de llamar y pedir, que sirven a domicilio. Pero prefiero ir a visitar el local y disfrutar allí de su propuesta gastronómica. A ver si me escapo uno de estos días y les cuento.
Esta semana fue más de bares que de restaurantes. Pasé por La Tarara e hice un alto en el camino para disfrutar de un par de sus extraordinarias croquetas, la de puchero y la de setas. Son de las mejores de Granada. Y su terraza en la plaza Carlos Cano, una gozada.
Y, por supuesto, el desayuneo o mañaneo, que sigue siendo tendencia por mucho que se hayan ampliado los horarios de la hostelería. De entre las mejores tostadas de tomate con jamón serrano de estas semanas, la de Las Titas, disfrutando del sol y obligándome a no ceder a la tentación de enlazar el café con las cañas, el pasado domingo.
Hoy comienza la Semana Santa. Aún no he probado ninguno de los potajes, recetas o postres típicos de estas fechas. A ver qué nos depara, culinariamente hablando. Un bacalao habrá que tomarse. Y unas torrijas. ¿O no?
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