Viernes, 26 de agosto 2022, 00:42
Si comer fuera siempre es (o debería ser) un placer, hacerlo cuando estás de viaje, turisteando por Madrid, Jaén o Almería; resulta doblemente reconfortante. Porque ... si ver cuadros, castillos y catedrales reconforta el espíritu, enfrentarte a unos salmonetes o a una jibia en salsa le insufla una nueva vida al cuerpo.
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Cuando estoy de viaje suelo desayunar fuerte para turistear durante el mediodía y la sobremesa, cuando hay menos gente, sin ansias depredadoras. Un tentempié y a seguir. Luego, ya sí, me gusta explayarme con una larga cena tempranera que deje tiempo para dar un postrer paseo nocturno. Como si fuera un guiri, en pocas palabras. Y a mucha honra.
En Madrid estuvimos en la cervecería El Diario, donde dimos buena cuenta de unas patatas bravas –que de bravas solo tenían el nombre– y de unos torreznos que, estos sí, daban la necesaria talla calórica que se les presume. Y estuvimos en Café Central, la catedral del jazz en España, que celebraba su 40 cumpleaños.
En Jaén, cuyo centro presentaba un rotundo 'Cerrado por vacaciones', recalamos en la terraza del Plaza Vieja después de leer los versos de Bernardo López García y su 'Filosofía de un vicio' en una placa certera: «Por eso juntos brindemos / sin pensar en lo que fuimos / ni llorar lo que seremos; / y ya que unidos nos vemos, / bebamos… pues que vivimos». Insistimos con los torreznos, ese vicio pecaminoso tan crujiente, y disfrutamos de una inmensa pipirrana de Jaén en la que el tomate tenía todo el protagonismo. ¿Y en Almería? En Almería, pescado. Mucho, fresco y sabroso. Por ejemplo, la jibia en salsa y el tomate con anchoas del gastrobar del hotel Torreluz, sentados junto a la escultura dedicada a John Lennon. Y unos caracoles con salsa que estaban, literalmente, para mojar pan. Y El Chele. ¡Menudas tapas, al margen de los platos y raciones! Un par de salmonetes que hacían saltarse las lágrimas, sardinas frescas a la plancha y unos sabrosos peces emparentados… ¡con las pirañas! Su parrillada de pescado es imbatible y sus coquinas en salsa volvieron a hacernos agotar media de pan. Viajar y comer siempre es un doble placer.
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