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Sergio Sebastiani
Viernes, 2 de agosto 2024, 09:37
Una puesta de sol tras el horizonte del Mediterráneo, una fortaleza medieval que corona un promontorio y la gastronomía típica de la Costa Tropical, con tapas a base de productos de cercanía y vinos con Denominación de Origen granadina. Es el panorama idílico que propone 'La Hora Dorada del Castillo', una iniciativa estival que sugiere Salobreña, que a la promoción de su conocido capital turístico pretende añadir la de su rica oferta gastronómica. Todos los sentidos se aúnan en una experiencia única y a la vez pionera, pues pocas veces se tiene la ocasión de disfrutar de una velada de estas características en un escenario tan singular.
El pueblo blanco que se configura como joya turística de la Costa Tropical, gracias a su Casco Antiguo con pintorescos rincones y su bagaje patrimonial –que se suman, por supuesto, a sus playas–, busca desde hace un tiempo poner en valor otro factor que también aprecia mucho el visitante: la gastronomía. Y tiene con qué, pues va creciendo el número de restauradores que apuestan por la calidad en sus negocios, así como los chefs locales que, repartidos por distintos establecimientos de la Costa, destacan por su creatividad e incluso acaparan premios en diferentes concursos culinarios.
Todo ello ha dado como resultado 'Salobreña para comérsela', una iniciativa municipal destinada a que, cada vez más, se asocie al municipio con la buena gastronomía, más allá de su litoral, su encanto urbano, sus paisajes y sus monumentos. Una serie de eventos con los que se busca que durante todo el año haya en el calendario local una alternativa gastronómica diferente y novedosa.
Y así surgió esta Hora Dorada del Castillo, cuyas panorámicas de ensueño son un reclamo singular, y más todavía si es a la hora en que se pone el sol. Tras una intensa jornada de playa, se antoja una caminata por las sinuosas calles y estrechas escaleras del casco histórico a través de sus pintorescos rincones, hasta llegar a la entrada de la majestuosa alcazaba levantada en época nazarí. Una visita guiada exclusiva, una vez cerradas sus puertas al público, permite conocer en detalle la historia y curiosidades de esta fortaleza cuyos primeros vestigios datan del siglo X, si bien se terminó de construir unos siglos más tarde.
La leyenda de las tres princesas que inmortalizó Washington Irving en sus Cuentos de la Alhambra sirve como hilo conductor del entretenido recorrido, que concluye en el baluarte del Aljibe con una degustación gastronómica, donde se combinan pinchos elaborados con productos de cercanía maridados con vinos granadinos elegidos especialmente para cada propuesta. Durante seis miércoles consecutivos hasta el 4 de septiembre, un chef salobreñero es el responsable de cada propuesta culinaria.
Raúl Cáceres, del restaurante Arrockcería de la playa de la Villa, fue el encargado de abrir boca en la primera de estas citas. Un atardecer dorado cuya primera tapa consistió en tortillitas de espichá, a base de las típicas tortillitas de camarones gaditanas pero con el toque local que marca la espichá, ese boquerón seco tan emblemático en Salobreña y otras zonas de la Costa Tropical. El cocinero explica su preparación, en la que «laminamos unos ajos, les ponemos su mezcla de harina y un poco de ajos tiernos, y lo servimos con un alioli que recuerda a los ajillos que freímos con los huevos. Encima va una espichá, y explicamos a quien no lo conozca el ancestral proceso de colgar el boquerón y secarlo».
Un maridaje por cuenta de Bodegas Calvente, de Jete, con un vino blanco de uva moscatel Alejandría seco que «va muy bien con la tapa de pescado, que además lleva un toque cítrico y potencia los sabores y aromas en boca», describe Judith Calvente, responsable de la bodega.
La segunda tapa propuesta por Cáceres se denomina 'Dulce amanecer', un título con el cual «le damos un giro completo al día», teniendo en cuenta que ya se ha puesto el sol y la noche domina el mágico entorno, mientras se encienden las luces de la fortaleza árabe. Consiste en un bombón de salmón marinado con garrapiñadas crujientes y dulces rebosadas, y como acompañamiento una crema de patata frita 'pegaíta', «esas que nos hacían nuestras abuelas en casa en una sartén, crujientes por debajo y cremosas, y que muchas veces nos viene el olor cuando andamos por el castillo», explica el chef. Llevan además un toque de limón «para que el ácido envuelva todo en boca y nos enjuague el paladar». En definitiva, «tradición y vanguardia en un bocado», apostilla.
En este caso, la bodega participante propuso un tinto con el que «se rompe la regla de que la carne va con vino tinto y el pescado con blanco. Al estar el salmón marinado, en este caso va muy bien con el tinto, pues la grasa natural del salmón se ve muy bien cortada por su tanino seco y cortante», detalla Calvente.
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