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Una pareja no tan extraña, la conformada por los vinos Lindaraja y Malafollá. J. L.
Gastrobitácora: rituales gastronómicos para el final del año

Gastrobitácora: rituales gastronómicos para el final del año

Gastrobitácora ·

Llega otro final de año. O un nuevo comienzo, dependiendo de si son ustedes más de cierres o de aperturas. En ambos casos, son fechas muy rituales

Jesús Lens

Domingo, 29 de diciembre 2019, 01:42

No es una noche como otra cualquiera ni siquiera para los más escépticos y contumaces anti-celebradores de la Nochevieja. La vida está conformada por ciclos y el final de un año y el comienzo de otro siempre tiene algo de mágico y espiritual.

Más allá de los propósitos o despropósitos, cumplidos o por cumplir, cerrar un año y abrir el siguiente nos debería servir para darle puerta a los malos rollos y comenzar de nuevo con energías renovadas.

Para ello, para liquidar el año como se merece, a mí siempre me gusta cumplir una serie de ritos más o menos informales que le dejen un buen sabor de boca a esos 365 días en fuga. Al margen de la cena, me gusta elegir cómo, dónde y con quién me tomaré la última caña del año. Y la tapa que la acompañará. Y sobre la barra de qué bar, por supuesto. O en la mesa de qué garito. Ese último bocado que sirva como compendio, como el mejor resumen de todo un año.

También me gusta tomar algo dulce, capricho que no suelo regalarme habitualmente. Elegir una canción significativa, una película especial, una copa de vino… rituales sencillos que nos conforman, nos describen y nos construyen. Que nos ayudan a realizarnos, sin grandes alharacas.

Este año voy a tener que adelantar este tipo de despedidas. El 31 viajo y, al pasar la Nochevieja fuera, es más difícil cumplimentar esas costumbres tan apegadas al terruño. Así las cosas, ya me estoy aplicando la tarea.

La que probablemente ha sido la última croqueta del año, uno de mis bocados favoritos, cayó en La Tarara, local al que le tenía ganas desde que ganó el concurso de croquetas del pasado Granada Gourmet organizado por IDEAL. De hecho, probamos todas las que tiene en la carta: boletus, bacalao y la deliciosa croqueta de puchero.

Fue esta, la croqueta de puchero de gallina, garbanzos y tocino ibérico la que ganó el concurso. «Cocinamos como hacían nuestras abuelas y de ese fondo hacemos nuestras croquetas que resultan con una textura suave y muy cremosa, además, la hemos rebozado con un pan japonés», explicaron de La Tarara al ganar una competición que no entendieron como tal: «no lo vemos como una competición, hemos venido a compartir lo que sabemos».

Un detalle a destacar: el excelente nivel de las tapas de La Tarara y de su taberna hermana, El Disloque. El ceviche de gambas con lima, sobresaliente. Un plato, el ceviche, al que le voy a poner mucho cariño y atención a lo largo del 2020, dicho sea de paso.

Pasemos al vino. ¿Cuál será el último vino del año? Tinto, casi seguro. Y de la tierra, espero. Me debato entre dos de ellos, el Lindaraja de Fontedei y el Malafollá de Cuatro Vientos. No me digan que no hacen buena pareja, granadina y muy granadina, un malafollá con la lindaraja. Podrían protagonizar una versión vinícola de 'Historia de un matrimonio', la película de Netflix. Con final feliz, eso sí.

En cuestión de dulces, también me estoy debatiendo. Dudo entre la tarta de chocolate con naranja de Tartas Cristina, la soberbia, suave y cremosa tarta de queso de La Tarta de la Madre de Cris o alguno de los postres de chocolate surgidos del I+D de Casa Ysla, que son un no parar. En este sentido, mi yo más conservador, sano y natural se plantea tirar por algún postre más saludable, que incluya zanahoria o algo así, pero casi mejor me lo dejo como propósito gastronómico para el 2020 y ya vamos viendo.

Y nos queda la caña. La última caña de cerveza. La granadina, al menos. Será en ese bar al que bajo a diario. Generalmente, a tomar el café que me hace funcionar cada mañana. Y a disfrutar de la media tostada de jamón, aceite y tomate a la que me he acostumbrado una vez desterrada la mantequilla de mi dieta.

El Nuevo Kaoba es ese bar de toda la vida en el que te sientes como en casa, donde saben cómo te gusta el café y qué rincón de la barra prefieres. Donde te guardan el periódico y donde los repartidores saben que te pueden dejar los paquetes sin problema.

La vida se compone de ritos que, a final de año, se hacen más perceptibles, más vívidos, más sentidos. Entre los deseos de felicidad, paz y alegría; aprovecharé para disfrutar de una Alhambra Especial bien fría y de una tapa de morcilla a la plancha. No es más –ni menos– que uno de esos placeres sencillos de la vida que deben ser irrenunciables. ¡Salud y feliz entrada al 2020!

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