

Secciones
Servicios
Destacamos
Fermín Apezteguia
Domingo, 23 de febrero 2020, 01:06
Hubo un tiempo en que el ayuno se tenía como un sacrificio y otro, por suerte aún más lejano, en que lo divino era romperlo. ¡Que les pregunten a los niños de la posguerra! Ahora se plantea como una opción de vida saludable. Deje usted de comer durante un tiempo razonable, se nos dice, y vivirá más y mejor. La oferta resulta tentadora, un auténtico chollo. Pero lo del ayuno intermitente, que es así como se llama esta nueva práctica, cada vez más en boga, tiene –como todo en el mundo de la nutrición– sus defensores y detractores. Unos y otros, por supuesto, con argumentos basados en la evidencia científica, que siempre ha de guiarnos. ¿Con qué carta debemos quedarnos entonces los comensales? Pues con la de siempre, la del sentido común.
El ayuno intermitente debe entenderse no como una dieta, sino como una forma de vida. Nadie que esté pensando en bajar de peso o que le entre el bañador del año pasado debería iniciarse en un régimen alimentario de este tipo, porque correrá el peligro de perderse por el camino. Los regímenes no funcionan. Ninguno. Perder kilos debe ser la consecuencia de una manera saludable de enfrentarse a la dieta y el ejercicio, pero no el objetivo principal, ni mucho menos temporal.
La idea del ayuno simulado, que así también se llama, consiste en «confundir» al organismo, según detalla el médico de Atención Primaria Alfonso Casi en su nuevo libro 'Jubilación al punto de salud'. Existen varias maneras de hacerlo. Al cuerpo puede engañársele con una dieta con pocos o ningún hidrato de carbono durante dos días a la semana, en los que uno se alimente fundamentalmente de frutas, verduras y proteína. «Con esto no haces ayuno realmente. Pero el organismo, como no hay azúcar, lo que hace es recurrir a sus reservas. En consecuencia, mejoran mucho los parámetros de salud», detalla el experto, médico de familia en ejercicio.
Otras formas de ayuno intermitente consisten en dejar de comer de todo durante 16 horas a la semana, o bien uno o dos días. El tramo de 16 horas, en caso de elegirse esta opción, se consigue cenando pronto, sobre las 20.00 horas, contando el tiempo de sueño y retrasando el desayuno hasta media mañana. El objetivo perseguido es el mismo que busca la supresión de la dieta de los hidratos de carbono, según explica la médico nutricionista Nerea Gil, de la clínica Pinies. Es decir, se trata de permitir al cuerpo utilizar la energía almacenada para quemar así el exceso de grasa corporal acumulado.
Esa pérdida favorecerá una lógica reducción del peso, pero lo verdaderamente interesante de esta manera de alimentarse no serían los kilos perdidos, sino todo lo demás. Menos sobrepeso, mejor control de la hipertensión arterial, menos inflamación, mejor pronóstico para los pacientes diabéticos... En definitiva, un envejecimiento más saludable, según reconoce una reciente investigación publicada en 'New England Journal of Medicine'. Pero ojo, no es oro todo lo que reluce.
Un régimen que se salte comidas, de entrada, ya no parece el más adecuado para personas con problemas de conducta alimentaria, como anorexia o bulimia. Tampoco para quienes tengan tendencia a darse atracones, sufran un trastorno de apetito desenfrenado, ni para mujeres embarazadas, niños o determinados enfermos.
El ayuno intermitente requiere el control de un médico especialista, que vigile la alimentación, la salud del comensal y, muy importante, que controle su ejercicio. «La más saludable –concluye Nerea Gil– es la dieta mediterránea, que más que una dieta es todo un estilo de vida».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.