

Secciones
Servicios
Destacamos
Jesús Lens
Granada
Viernes, 25 de junio 2021
Nada más pisar el suelo terroso y alzar la vista, tuve claro que, efectivamente, había sido una buena idea. Antonio López, afamado enólogo de la provincia de Granada, me propuso probar uno de sus nuevos vinos, recién sacados al mercado, en un lugar muy especial: la parcela donde se asientan las vides que produjeron las uvas con las que se ha elaborado.
Tardamos en materializar esta visita a la Sierra de la Contraviesa, en La Alpujarra granadina. Primero, por las lluvias y los fríos anunciados allá por mayo. Después, por cuestiones de agenda. Hasta que llegó el día. Aprovechamos para ir un sábado, pegándonos un madrugón de aúpa, que el camino era largo y serpenteante.
Noticia Relacionada
Llegamos temprano y, como les decía, nada más pisar la tierra, todo cobró sentido. Fue la culminación de un proceso circular en el que principio y fin se dieron la mano. Como el ouroboros de la mitología griega clásica, esa serpiente que se come su propia cola y que remite a la naturaleza cíclica de las cosas, a la idea del eterno retorno.
Antonio y yo anduvimos por el viñedo, que estaba en plena floración. El ambiente olía a tierra. En cuesta, unas filas de viñas quedaban por encima de las otras. Y en las mismas plantas, al observarlas atentamente, se podía ver cómo conviven las flores con las pequeñas uvas más incipientes. Son los misterios de la naturaleza.
Al levantar la vista, a un lado teníamos las altas cumbres de Sierra Nevada, todavía moteadas de blanco gracias a los restos de nieve acumulada en sus cimas y ventisqueros. Al otro lado, la inmensidad azul del mar Mediterráneo. Un lugar mágico, en efecto.
Antonio López, que también es farmacéutico, sostiene que existen dos tipos de enólogos, los de bata y los de bota. El primero espera a que llegue la uva para trabajar con ella. El segundo va en su busca. Antonio es de bota, que le gusta patear los campos de las distintas comarcas de Granada en busca de esas viñas singulares que permitan elaborar vinos de parcela, de autor.
En sus periplos ha encontrado parcelas espectaculares, algunas con viñas de más de 30 años. Viñas que permiten apostar por lo que los franceses denominan 'terroir'. El terruño. Vinos que transmiten y transportan al lugar donde tienen su origen. «Es la unión del clima, la parcela y el suelo», explica Antonio. Un suelo bueno, una viña autóctona y un clima que acompañe, «que no es lo mismo un altiplano que un barranco, por el sol que reciben las plantas».
El lugar en que nos encontramos se sitúa a 1.200 metros de altura, con viñas que están cerca del Mediterráneo. «Por las noches suben las brumas del mar y el suelo y las viñas se llenan de rocío, contribuyendo a imprimir una humedad al suelo sediento de agua, lo que da características especiales a la uva», señala Antonio.
En esta excursión aprovechamos para paladear el Elvira hecho con uva vigiriega, la que se encuentra en la viña que estábamos pisando. Una viña de edad que permite hacer un vino específico para esa parcela concreta y sacarle todas sus características. Hay que destacar que el fruto varía cada año, dependiendo de la climatología. Y luego está la técnica. «De entre las 20.000 que hay, se trata de elegir una, distinguir las voces de los ecos y, de entre las voces, escoger una», señala López en clave machadiana.
Antonio tiene meridianamente claro que en la enología todo está escrito. De hecho, él es enólogo por ser farmacéutico. «En ambos mundos se maneja un mismo lenguaje y cuanta más química orgánica sepas, mejor saldrá el vino». Después está la experiencia, eso sí.
En este proyecto, que abre un camino muy interesante en Granada, Antonio López apuesta por producciones pequeñas, de unas 2.000 botellas, para hacer dos, tres o cuatro tipos de vino como máximo, escogiendo parcelas muy concretas en las que comprar la uva. La vinificación la hace en las instalaciones de la bodega Fontedei. Con la uva vigiriega, ha hecho un vino con dos estilos muy diferentes. Gráficamente: 1V2S. Íberos es un vino con uva 100% vigiriega y crianza sobre lías de más de 8 meses. La producción: 2.500 botellas. Elvira Vigiriega, por su parte, está elaborado con uva 100% vigiriega y crianza sobre lías de seis meses. La producción es de tan solo 1.400 botellas.
Al abrir una de ellas y servir el vino, el viento llenó la copa y pareció susurrarnos algunos de sus secretos. Discretamente, hice algo que había aprendido en Perú: derramar parte del contenido de la copa y devolver al suelo una pizca del líquido que nos ha brindado, como homenaje a la Pachamama, esa Madre Tierra de la que todo viene y a la que todo acaba regresando. Si me vio hacerlo, Antonio se mostró discreto y no dijo nada. Para él, esta forma de presentar sus nuevas elaboraciones es un homenaje al trabajo de los agricultores, que son «los guardianes de la llama de nuestra tradición vitivinícola».
Seguimos caminando entre las viñas, bajas y apegadas a la tierra. Las hay más leñosas, casi árboles en miniatura, como si fueran bonsáis. Una parcela vecina las tiene en espaldera. Entonces se oyó el motor de un tractor. Hora de trabajar y labrar la tierra.
Aunque el sol lucía con fuerza, corría la brisa y no hacía calor. Cuando llega el momento de maduración de la uva, en los meses de agosto a octubre, en esta parcela las temperaturas oscilan entre los 20 y los 35 grados. «Eso hace que la maduración se pare durante la noche y que no comience a activarse de nuevo hasta bastante avanzado el día. De esta manera, las maduraciones son más lentas y a la vez más complejas, dando unos vinos únicos con unas características excepcionales de maduración de hollejo y pepita y la cantidad de azúcares adecuada», explica Antonio.
Los otros dos vinos de parcela que acaba de poner en el mercado son, por una parte, el Elvira Moscatel de grano menudo, 100% de moscatel de grano menudo con una crianza sobre lías de 6 meses, y una producción de 1.800 botellas.
Por otra, el Xolayr 2019, con uva tempranillo-syrah con 6 meses de crianza en barrica de roble francés y 2 meses de crianza sobre lías. Resulta frutal, con un gran volumen y un postgusto muy largo. La producción es de 3.000 botellas. Vinos de parcela y de autor.
La industria vitivinícola de Granada cada vez es más amplia y variada. Se abren nuevas bodegas y se ponen en marcha proyectos diferentes y originales. Es importante resaltar, a la hora de hablar de los vinos de Granada, que su producción es artesanal. La peculiar orografía de nuestra provincia no permite la mecanización de los viñedos, por ejemplo, por lo que el trabajo manual está a la orden del día. Eso hace que se incrementen los costes, pero también significa sueldos y jornales para el campo, sobre todo en comarcas que forman parte de lo que se ha dado en llamar la Granada, la España vacía. O vaciada.
Los vinos de Granada, que no tienen nada que envidiarle a otras denominaciones de origen en cuanto a su calidad, contribuyen a generar empleo y riqueza en nuestra tierra, siendo buena muestra de una responsabilidad social cada vez más valorada.
Publicidad
Javier Morales | Granada, Cristina Ramos | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Lucas Irigoyen y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Rebeca Alcántara | Granada y Pilar García-Trevijano | Granada
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.