
Vodka, arenques y borsch; tovarich
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'Nasdrovia', la nueva comedia negra de Movistar Series, nos trae a la memoria las delicias gastronómicas rusasJesús Lens
Granada
Viernes, 20 de noviembre 2020, 01:52
Les confieso que me acerqué a la serie protagonizada por Leonor Watling, Hugo Silva y Luis Bermejo con enorme desconfianza y muchas suspicacias tras la decepción que supuso 'Foodie Love'. ¿Y si la comida y la comedia no maridan bien? Yendo más allá: ¿y si el cine –o la televisión– y la gastronomía no hacen buen equipo? Aunque esa sería otra historia.
El caso es que vi los dos primeros episodios de la serie creada por Sergio Sarria, Miguel Esteban y Luismi Pérez y me gustó su propuesta desenfadada, loca, irónica y cargada de humor negro. Conecté con ella desde el primer minuto, cayéndome estupendamente Edurne y Julián, esos dos abogados pijos especializados en defender a corruptos que, hartos de su vida, deciden cortar por lo sano y emprender una nueva carrera profesional.
En dicha decisión desempeña un papel esencial Franky, un chef que ha pasado varios años en Rusia y que aspira a montar un restaurante especializado en la gastronomía tradicional del país eslavo. Un chef loco que trata de profundizar en el alma rusa con cada trago de vodka, tarea a la que se aplica con entusiasmo.
Sin darle muchas vueltas, Edurne y Julián invierten en el negocio de Franky y montan un auténtico y genuino restaurante ruso en el corazón de Madrid, incluyendo serios y adustos cuadros de sus escritores de cabecera. Que entre ellos termine una fotografía del gran Tkachenko no será ni raro ni casual.
La propuesta gastronómica del 'Nasdrovia', nombre con el que bautizan al restaurante, tiene como estrella al blini, una especie de crep hecho con harina, huevos, leche y levadura que se prepara bien frito o bien al horno y que se puede rellenar –si se quiere– de carne, pescado, jamón o caviar o de ingredientes dulces, como las tortitas: mermelada, miel, frutas más o menos frescas, más o menos escarchadas.
En 'Nasdrovia' triunfan, en concreto, los blinis de arenque, que Franky tiene un contacto en el mercado de Madrid que le sirve el mejor pescado del mundo mundial. Un ucraniano con tan malas pulgas como buen género.
Y cuando el restaurante ya ha echado a andar y empieza a cosechar sus primeros éxitos –no se pierdan la secuencia del crítico gastronómico con su proverbial libreta Moleskine en ristre– comienzan los problemas. Y las risas. Porque, como les decía al comienzo, hablamos de una comedia negra en la que famosa mafia rusa no tarda en entrar en juego. ¡Y menuda mafia!
No les voy a contar más del argumento de la serie dirigida por Marc Vigil, en la que lo gastronómico tiene tanto peso como lo cómico-criminal, con constantes alusiones a todos los tópicos posibles, y alguno hasta imposible, sobre la mafia rusa, empezado por el restaurante de 'Promesas del Este'. Esta sí es una película negra como el carbón. Y de lo más creíble. De hecho, cuando Viggo Mortensen entró en un restaurante ruso después del rodaje, todavía con sus tatuajes a cuestas, se hizo un silencio estremecedor a su paso, como si fuera un auténtico vor, capo de la mafia rusa.
Hace unos años, cuando viajar no era una ilusión, estuve en Moscú y San Petersburgo. No les voy a hablar del vodka y los chupitos en vaso helado, uno de los pocos destilados que me gustan desde que lo probé en Kudamm, al final de las comidas, con su correspondiente higo seco. La carta de vodkas en los garitos rusos era tan amplia como la de cervezas en los pubs irlandeses.
¿Y la comida? Seria y contundente. Copiosa, grasa y pesada. Por ejemplo, el famoso borsch, una sopa de remolacha, roja como la sangre, que incluye cerca de veinte ingredientes, incluyendo patata, caldo de ternera y un montón más de vegetales y especias. Fuimos un mes de abril y, aunque ya no hacía excesivo frío, la sopa resultaba de lo más reconfortante. Probamos el shashlik, tradicionales brochetas de diferentes carnes marinadas antes de pasar por la brasa y, por supuesto, la ensaladilla rusa.
¿Queda muy cateto reconocer que me gustaron más las ensaladillas rusas de Granada que las ensaladillas rusas de Rusia? Será por el sabor de las gambas, con permiso del célebre cocinero del Hermitage, Lucien Olivier Guillerminav, al que erróneamente se atribuye la creación de la mítica receta. A mí, discúlpenme la osadía, la ensaladilla rusa de Rusia me pareció sosa. Donde se pongan la del Cunini, el Oliver o el Niza…
Que a estas alturas no les haya hablado del caviar responde a una innegable realidad: en Rusia también era carísimo. Lo discutimos mucho, no se lo voy a negar. El de «¿y si llegamos a la aduana y nos lo confiscan?» fue el argumento definitivo. Y es que por el precio de una lata chiquita de caviar podíamos tumbar varias botellas de vodka a base chupitos y alegres gritos de «¡Nasdrovia!». Sin olvidar que, para caviar bueno, pero bueno de verdad, el de Riofrío. ¿O no?
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Lucas Irigoyen y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Javier Morales | Granada, Cristina Ramos | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
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