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Opinión

Alta cocina en la aldea

Carlos Maribona

Viernes, 20 de septiembre 2024, 00:26

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En las quinielas que ya empiezan a hacerse sobre los restaurantes que podrían lograr la tercera estrella este año uno de los que suenan con más fuerza (al margen del marbellí Skina, que tiene todas las papeletas) es Casa Marcial, el restaurante de la familia Manzano en la mínima aldea asturiana de La Salgar, cerca de Arriondas. Aunque a él también le llegan esos rumores, Nacho Manzano no se duerme en los laureles. Tiene las ideas muy claras y avanza año tras año en una línea de cocina muy personal. Su filosofía de enlazar la cocina de sus abuelas y de su madre con la modernidad más impecable, de buscar siempre las raíces y de apostar por el entorno sin necesidad de caer en talibanismos absurdos, da como resultado unos platos placenteros y sabrosos. Hay en la cocina de Casa Marcial imaginación, técnica, estética (mucha) y una aparente sencillez que oculta muchas horas de trabajo. Ojo, todo esto no quiere decir que todo sea perfecto. Sus ganas de avanzar, de buscar platos originales, le llevan a cometer algunos errores. Pero el que no arriesga no gana. Y Nacho Manzano arriesga siempre.

En el menú de esta temporada hay muchos platos brillantes, desde el caldo ahumado de lapas que lo abre hasta el calamar con mole de fabas, pasando por las judías a la brasa con esencia de merluza, o las fabas rojas con caldo de Kalamata, bonito ahumado, grasa de vaca y arándanos encurtidos. Además, por supuesto, de las croquetas del aperitivo, con las que Manzano ha creado escuela, y de dos extras imprescindibles, la fabada y el pito guisado. Esos platos que sigue elaborando a fuego lento, en la forma que aprendió de su madre, y que son los que le permiten seguir tendiendo puentes entre su creatividad y la tradición Por eso, dentro de un nivel tan alto, rechina la presencia del pichón en el menú. Aunque le aporte algunos toques personales como su célebre piel de sardina, en este caso sobre un tartar del ave, un cocinero con tanto talento no debería utilizar un producto tan manido, repetido en tantos y tantos menús clónicos de cocineros sin personalidad. Y menos presentarlo casi crudo, en ese punto que resulta imposible de cortar. Todo es cuestión de replanteárselo, porque Nacho, uno de los más sobresalientes cocineros españoles, tiene capacidad suficiente para buscar otro plato con carnes de las montañas que rodean La Salgar.

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