El rollo de bonito
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Como bien saben, estamos en plena temporada del bonito. Junto a las sardinas, uno de los grandes pescados del verano. Aunque cada año empieza a pescarse antes, los mejores bonitos del Cantábrico son los capturados en estas fechas de finales de agosto y comienzos de septiembre. Desde junio hasta casi octubre no hay restaurante de la cornisa cantábrica, desde Burela hasta Irún, que no lo incluya en su carta. Me declaro incondicional de este pescado que tengo asociado a momentos muy gratos. La memoria me lleva a los veranos de mi infancia en Asturias y a un personaje que me fascinaba: la bonitera. Una mujer que un par de veces a la semana pasaba por el chalet de mi abuela en Villalegre, el barrio indiano de Avilés, tirando de un pequeño carro cargado de bonitos. Recuerdo su figura delgada, siempre de negro. Los compraba enteros en la rula avilesina y luego los iba vendiendo de casa en casa. Cuando aparecía, los niños corríamos a la puerta para contemplar asombrados la habilidad con que cortaba gruesas rodajas del pescado que luego pesaba en una antigua balanza romana. Rodajas que desaparecían en la cocina de la casa para que mi abuela las guisara, siempre de distintas formas.
Porque una de las virtudes del bonito es su versatilidad. Una simple rodaja a la plancha ya es una delicia. Siempre con cuidado de no pasarla mucho porque de lo contrario queda muy seca. Pero no hay que desdeñar el encebollado, el hecho con tomate o en ese maravilloso guiso de los pescadores vascos, el marmitaco. Estupendo en un buen escabeche, marinado, rellenando una empanada, asado o en tartar, elaboración que se ha puesto de moda y que le va perfectamente. Pocas cosas tan ricas como su ventresca, delicada y cargada de grasa a la vez. Pero mi preparación favorita es el rollo de bonito, una receta muy popular en Asturias y en Lugo que conserva todo su sabor al tiempo que le aporta una jugosidad extraordinaria. Un pastel en el que el bonito se mezcla con pimientos morrones, jamón, huevo cocido, aceitunas y cebolla. Durante la temporada lo encontrarán en muchos sitios, en su mayor parte casas de comidas asturianas. Entre mis preferidos, Casa Consuelo, en Otur; Casa Nuevo, en Pillarno; Casa Tataguyo, en Avilés; o Casa Belarmino, en Manzaneda. Y ya en Lugo no hay que olvidar el de Nito, en Viveiro.
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