Cócteles de autor, una fórmula imbatible para sorprender y conquistar. Javier Etxezarreta
Los garitos reales y auténticos de la serie 'Foodie Love' de HBO
Gastrobitácora ·
Repasamos los locales por los que pasan los protagonistas de la serie televisiva más gastronómica que ha producido la división europea de la HBO
jesús lens
Sábado, 25 de enero 2020, 22:03
Vaya por delante que la serie no me ha gustado. O, por ser más precisos: digamos que los diálogos de 'Foodie Love' se me han hecho pesados, indigestos y empachosos, como tres platos de cocido a las cinco de la tarde, a pleno sol y en mitad de agosto, seguidos de una tarta de Santiago bien espesa.
Isabel Coixet nunca ha sido santa de mi devoción. No he conseguido cogerle el punto a su artificioso intelectualismo gafapasta ni a sus impostados diálogos, más falsos que las promesas de un político en campaña electoral.
Aun así, les quiero contar cosas de 'Foodie Love' que me han parecido interesantes, como el hecho de que todos los garitos, locales y restaurantes que visitan los protagonistas, una pareja de amantes de la buena mesa que se conocen a través de una App de citas, existen realmente y se pueden visitar. Al menos de momento, que no sabemos los efectos secundarios que pueda conllevar su aparición en la serie de Coixet.
El garito en que se encuentran los protagonistas por primera vez y donde se puede disfrutar del café más sofisticado que imaginarse puedan y de dulces orgánicos y naturales, es el Espai Joliu de Barcelona, situado en el 95 del carrer de Badajoz.
En el segundo capítulo, los desconocidos se citan en una coctelería clandestina que cada vez lo es menos: el Bar Paradiso, situado en el carrer de Rera Palau, 4; igualmente en la ciudad condal, en el corazón del barrio de El Born. Los cócteles que este lujurioso garito tiene en su carta están cargados de resonancias literarias y el lugar invita a perderse en los confines del tiempo, encapsulados en la etílica irrealidad que promete su golosa carta.
Si quieren ustedes gozar de la auténtica gyoza de Proust que protagoniza el tercer episodio de 'Foodie Love' tienen que viajar a Madrid y adentrarse en el mercado de Antón Martín, en busca de un restaurante japonés llamado Yokaloka y que presume de servir el mejor ramen del mundo, cocido a fuego lento durante 18 horas ininterrumpidas.
Para tomar un helado sobresaliente, de los que no se olvidan jamás, hay que trasponer hasta Roma y, después de cenar, dejarse llevar hasta La Gelateria Ice-Crome, en la Vía del Governo Vecchio, 85. Aunque su dueña, ávida y profunda lectora de filosofía, trata de evitarlo por todos los medios, la heladería acumula hasta 457 opiniones en TripAdvisor, con su certificado de excelencia incluido y un 5 sobre 5 de valoración popular.
El restaurante Cocina Hermanos Torres, un espacio de 800 metros cuadrados reconocido con dos estrellas Michelin y diseñado para dar cabida a la creatividad de los gemelos, se convierte en el escenario donde los protagonistas terminan por dejarse llevar locamente y sin prejuicios, arrastrados por el torrente de sensualidad de los platos que van degustando en una cena memorable.
¿Qué tal un original desayuno a base de repostería japonesa, para recuperar las fuerzas tras una agitada noche? Ochiai es la respuesta, desde 1983. Se trata de una pastelería barcelonesa que no tarda en agotar sus dulces, tartas, bizcochos y bombones más singulares, por lo que no conviene remolonear en exceso en la cama. Aunque sea domingo… y abran a las 13 horas.
Encarando el final de la primera temporada, los amantes gastronómico-virtuales hacen una escapada a Francia, para alojarse en el Château de Villeneuve, enclavado en la localidad de Montolieu. Su objetivo es descubrir las exquisiteces de los restaurantes Casquette et Chapeau y Apostrophe. Lo que termina ocurriéndoles, casi mejor lo descubren ustedes.
Termina este periplo gastronómada, a caballo entre la realidad y la ficción televisiva, de vuelta en Barcelona, tomando unas tapas en La Pepita y unos vermús en La Cava, garitos hermanos casi siameses, radicados en la calle Córcega. El remate lo ponemos en el Soho House, un club privado y reservado a representantes de las clases creativas que en el mundo son, con diferentes sedes repartidas por todo el mundo.
Se trata de un local tan exquisito que tiene una sala de proyección con pantalla grande cuyos asientos son cómodos sillones orejeros con cojín y mesita anexa, lo que permite a los 36 afortunados espectadores de cada sesión disfrutar de un sofisticado cóctel mientras se ve la película.
Mientras veía la serie, dado que los diálogos de los protagonistas, además de aburrirme, me irritaban sobremanera, aprovechaba para desconectar y pensar qué garitos de Granada podrían servir como decorado para las aventuras de dos amantes de la buena mesa que acaban de conocerse y tratan de sorprenderse mutuamente. En una próxima Gastrobitácora les hago partícipes de mis sugerencias.
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