Imposiciones en la mesa
No cabe duda de que un pescado está más jugoso y rico en su punto que pasado en el fuego
carlos maribona
Viernes, 24 de enero 2020, 23:26
Estarán de acuerdo conmigo en que a la hora de sentarse a la mesa, lo verdaderamente importante es disfrutar con la comida. Al margen, claro, de compartir con otras personas un rato agradable. En los últimos tiempos no han parado de decirnos (todavía podíamos escucharlo esta misma semana en el escenario de Madrid Fusión) que la cocina del siglo XXI es la cocina de la libertad. Libertad del chef para elaborar sus platos, libertad en las formas. Así es. Pero paradójicamente, vivimos en un tiempo marcado por la imposición. Todo tiene que ser blanco o negro. No caben los matices. Especialmente en las redes sociales, donde grupos de talibanes en las cosas del comer queman en la hoguera virtual a los que no comparten sus criterios.
No cabe duda de que un pescado está más jugoso y rico en su punto que pasado en el fuego. Pero si alguien lo disfruta más hecho, no veo ningún problema en que lo pida y se lo sirvan a su gusto. Podré pensar para mis adentros que es una pena, pero nada más. A mí no me cabe duda de que no conviene añadir limón a una fritura de pescado, costumbre heredada de otra época en la que las condiciones en que se servían esos pescados no eran precisamente las más adecuadas. Tengo claro que perjudica su sabor, sobre todo cuando el producto es de máxima calidad. Pero hay gente a la que le parece que está más rico con ese toque cítrico. Y está en su derecho de pedir el limón y de exprimirlo a su gusto. Al menos mientras no riegue mi parte.
Los guardianes de lo políticamente correcto se regodean cuando algún incauto asegura que le gustan los blancos de verdejo, una uva demonizada por algunos 'expertos'. ¿Por qué no pueden quienes quieran beberlos y disfrutarlos? Si usted va a un restaurante asiático y pide unos cubiertos en lugar de los ya casi obligatorios palillos, tan ajenos a nuestra cultura, algunos le señalarán con el dedo. ¿Si no sabe o no quiere usarlos por qué tiene que sufrir intentando sin éxito coger un trozo de comida con ellos? Como le gusten las salsas con mantequilla, y se atreva a decirlo, le quemarán vivo en esa plaza pública virtual acusándole de anticuado, o como se dice ahora, de 'viejuno'.
Y así tantas y tantas cosas. Es muy distinto sugerir que imponer. Se puede recomendar, pero no obligar. Pretender que a todos nos gusten las mismas cosas no tiene sentido. El gusto único, como el pensamiento único, es muy peligroso. Dejemos que cada uno disfrute a su manera. Para sufrir ya tenemos suficientes cosas cada día. Pero no en la mesa.
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