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La mesa

Un comino ·

benjamín lana

Jueves, 3 de diciembre 2020, 19:46

La pequeña mesa de Nochebuena nos da hoy el mismo vértigo que el año pasado nos daba la grande, la que tenía sillas para la ... suegra y los cuñados que la pedrea nos metió en la familia. Si el problema hace un año era gestionar la sobreabundancia, la falta de empatía o sinceridad –a veces– y el tiempo de rito que de pura costumbre asumíamos como normal, este año sentimos el frío y el vértigo de no poder ver al hermano o a los sobrinos que queremos de verdad. ¿Cómo será eso? El problema no es baladí en las familias que viven extendidas como un colgador de ropa de los de ahora, unos en Barcelona, otros en Madrid y el resto en un pequeño pueblo de Bizkaia donde la humedad se eleva tanto como el espíritu. Pero menos aún de aquellas tribus familiares en las que dos o tres generaciones de la misma sangre comparten ayuntamiento. Quizás ahí sea aún más difícil esa idea de tener a la hermana o a la abuela en los únicos días del año en el que se siente oficialmente su falta, a un kilómetro o a dos manzanas.

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