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Ejemplar de calamar gigante cogido en Fuengirola. GUSTAVO CUEVAS / EFE
Un respeto por el divino calamar

Un respeto por el divino calamar

Gastrobitácoras ·

El kraken o calamar gigante ha generado toda una mitología que podemos repasar mientras nos entregamos al placer de la degustación de buenos cefalópodos

JESÚS LENS

Viernes, 28 de junio 2019, 02:42

Este verano, cuando pida un calamar a la plancha en Lute y Jesús, antes de los conciertos del Jazz en la Costa de Almuñécar, o en El Mesón de la Villa de Salobreña, en los días del Tendencias; guardaré un minuto de silencio como muestra de respeto por su marina divinidad.

Ha sido leyendo la novela 'Kraken', del superventas inglés China Mieville, uno de los genios de la ciencia ficción contemporánea, que he descubierto el potencial divino del calamar gigante, venerado y temido desde la época de los escandinavos. Y antes aún.

En su novela, una distopía apocalíptica muy adecuada para estos días de calor que nos consumen, desaparece de forma incomprensible un calamar gigante que se encontraba depositado en el Centro Darwin de Londres. ¿Quién, cómo y para qué se llevó el kraken, perfectamente conservado en un tanque con agua y una especial solución salina? Billy Harrow, encargado de mantenimiento del singular especimen, se verá arrastrado a una vertiginosa sucesión de acontecimientos que le llevarán a enfrentarse a una secta de adoradores del kraken convencida de los poderes divinos del calamar gigante.

Así contado puede dar hasta risa. Lo entiendo. Sin embargo, cada vez que se encuentra un calamar gigante (Architeuthis dux), sea en el Golfo de México o en Nueva Zelanda, la noticia termina dando la vuelta al mundo. ¡Algo tendrá el calamar, cuando tanto nos impresiona! Desde tiempos de Aristóteles y Plinio el Viejo, los grandes cefalópodos han disparado la imaginación del hombre. Sobre todo, de los marinos, para quienes más peligroso que enfrentarse a una tormenta o encallar entre las rocas, era toparse con el kraken, animal mitológico al que los escandinavos atribuían unas dimensiones colosales: ¡dos kilómetros y medio, incluso! Como si fuera una isla flotante... No es de extrañar, pues, que los marinos más crédulos estuvieran convencidos de que un kraken iracundo era capaz de dar buena cuenta de un barco con su carga, velas y tripulación incluidas.

La realidad del calamar gigante, que puede medir hasta 18 metros y pesar cerca de 250 kilos, no es tan fantasiosa como nos han contado las sagas de los vikingos o pinturas como las realizadas por Pierre Dénys de Montfort, en las que insaciables cefalópodos aprisionaban a las naves con sus avariciosos tentáculos, con el fin último de echarlas a pique.

El calamar gigante es un animal abisal que se encuentra en las grandes profundidades marinas, entre los 250 y los 1500 metros de profundidad, por lo que resulta muy difícil de ver. Se han encontrado restos en el estómago de algún cachalote, por ejemplo. También han aparecido despojos de calamares gigantes muertos en diversas costas, como en Coruña. Pero, en general, es un animal esquivo y al que resulta harto complicado filmar. De ahí la mitología que genera.

Hemos visto al kraken en las adaptaciones cinematográficas de '20.000 leguas de viaje submarino', de Julio Verne, en 'La Sirenita', 'Furia de titanes' o en sagas como 'Piratas del Caribe'. ¡Hasta por 'Juego de tronos' se ha asomado. Sin embargo, todavía nos falta por ver el gran enfrentamiento cinematográfico entre el kraken y el leviatán, aprovechando la enemistad manifiesta entre el calamar gigante y el cachalote, su depredador natural. ¿No sería una excelente película para una de estas tórridas tardes de verano?

Y está la cuestión de la tinta, un elemento adorado por los amantes de los libros... y de los periódicos. Mieville le dedica un espacio importante en la trama de su novela, dándole múltiples significados. Somos lo que comemos, por supuesto, pero también somos lo que leemos. Y lo que escribimos. Sobre papel o en pantalla, gracias a la tinta digital.

¿Se imaginan el chorro de tinta de un kraken? Dejaría las aguas del mar tan teñidas de negro como roja quedó la playa de Omaha después del desembarco de Normandía. Y no olvidemos los tatuajes. Tinta inyectada bajo la piel, casi en vena. ¡Cuántas resonancias literarias, en un plato de calamares en su tinta!

No obstante, si a ustedes les gusta la pesca, no se lancen en busca de un kraken. La gran paradoja del calamar gigante es que su carne es tóxica. Por kilométricos que sean sus tentáculos, no se pueden comer, ni fritos, ni salteados ni a plancha, con ajo, perejil y chorreón de aceite de oliva.

El kraken es un animal mitológico llamado a alimentar nuestra fantasía y a saciar nuestra sed de aventuras. Eso sí: ¡un respeto, a la hora de comernos a los calamares, sus hermanos pequeños! Que el kraken es muy sentido.

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