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T. MERINO
Viernes, 9 de agosto 2019, 01:28
Con una extensión de unos 115 km a lo largo del río, que abarca desde Soria hasta Valladolid, la comarca de Ribera del Duero es una de las zonas ciertamente peculiares del territorio nacional. Con veranos abrasadores, fríos inviernos, fuertes vientos y unas oscilaciones de temperaturas de vértigo, su climatología, orientación y su peculiar orografía hacen de ella una de las localizaciones geográficas más importantes del mundo en lo que a elaboración de vino se trata. Sus mágicas condiciones permiten que sus uvas, y por tanto sus vinos, tengan un peculiar y singular carácter, lo que les ha valido el reconocimiento mundial. Fue por la década de los 80 cuando el prestigioso crítico Robert Parker puso sus ojos en estas tierras y comenzaron a escucharse bondades sobre ellas por cada rincón en el que un amante del vino se encontrase.
César Román, gran conocedor y amante de esta especial ubicación, que ha sido premiado en multitud de ocasiones por sus amplias dotes como sumiller y profesional del vino, hasta convertirse en un reputado experto vinícola que ha liderado grandes salas en el mundo entero, fue el anfitrión del pasado encuentro de la Asociación de Sumilleres de Granada. Hace tan sólo unos días visitaba la capital para pilotar un viaje entre diferentes parcelas de Ribera del Duero, mostrando sus peculiaridades a través de sus vinos.
La tradición de esta denominación de origen, fundada el 21 de junio de 1982 y constituida por siete bodegas que hoy día se mantienen en activo y que marcaron los parámetros adaptados a los tipos de vinos que se pretendían elaborar, se ha consolidado como una de las tres D. O. con mayor impacto de España en los últimos 30 años.
La tendencia actual más habitual es buscar la 'famosa etiqueta rosa' que porta la botella y que indica el año de la cosecha, más allá de los tiempos exigidos o parametrados para la tradicional clasificación de cosecha, crianza o reserva. Una nueva indicación en la que los elaboradores se sienten más cómodos y permite expresar mejor la esencia de sus vinos.
Las variedades que contempla la denominación de origen son la tempranillo, la merlot, la cabernet sauvignon, malbec, garnacha tinta y albillo. Dando como elemento diferenciador la conocida tempranillo fino, una subvariedad de la uva tempranillo que se da de forma única en estas latitudes.
Entre las peculiaridades de la zona sus escarpadas laderas permiten que haya parcelas a orillas del río y otras a lo alto de las cordilleras, dotando a los viñedos de las diferencias que acarrea esa diversidad de altitud. Los suelos más frecuentes son los calizos, arcillosos y calcáreos, atendiendo precisamente a esas distintas altitudes. Pues encontraremos junto al río Duero los más ricos en nutrientes y arcillosos, y en las zonas más altas, los más calizos y menos permeables. Para quien no esté familiarizado con el término terroir, es precisamente la conjunción de estos factores: suelo, clima y tipicidad de uva, la que compone este peculiar componente imprescindible de los vinos de Ribera del Duero.
Una región que aúna la tradición vinícola que se remonta a más de 2.500 años con las nuevas tendencias y gustos internacionales.
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