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«Yo voto al PSOE y estoy en contra de la amnistía. Estoy desencantado»

Luis Landero

Premio Nacional de las Letras

«Yo voto al PSOE y estoy en contra de la amnistía. Estoy desencantado»

| Carlos Carrión.

Es cercano y apacible, pesimista pero inconformista y 'disfrutón': un gran conversador. Su nueva novela versa otra vez sobre los juegos de la edad y de la vida. Este grande de nuestra literatura, que antes de ser Premio Nacional de las Letras Españolas ha sido, entre otras cosas, guitarrista y profesor, habla sin tapujos de todo.

Viernes, 26 de Enero 2024

Tiempo de lectura: 9 min

Un actor fracasado de voz prodigiosa protagoniza La última función (Tusquets), la nueva novela de Luis Landero, una historia sobre los sueños incumplidos y las segundas oportunidades, muy landeriana. El escritor nos recibe en su casa de Madrid, bañada por el sol, forrada de libros marcados con las huellas de muchas lecturas. Allí escribe, a mano y en un atril, y corrige con bolis de colores sus historias pobladas de hombres pesimistas que, cree el escritor, se han contagiado de él. Rezuma humor, paciencia y compromiso este extremeño urbanita que se 'moja' en política y se confiesa enfermo de literatura.


XLSemanal. Uno de los temas del libro es conseguir los sueños en la vida.

Luis Landero. Es el gran tema del libro. Son dos vidas fracasadas, entendiendo por fracaso el incumplimiento de los sueños juveniles. Y luego te encuentras con 40 años, una edad donde ya es difícil cambiar las cosas.

XL. ¿Le sucedió a usted?

L.L. No. Yo empecé a escribir con 15 años y publiqué a los 40. Pero no tenía prisa por publicar. En todo caso, me refiero a gente de mi alrededor, como mi padre, por ejemplo, que era un hombre profundamente fracasado. Su fracaso me lo transmitió a mí. Yo estaba destinado a reivindicarlo a él; yo tenía que hacer todo aquello que él no había podido hacer: ser alguien en la vida. Mi padre es uno de mis demonios literarios recurrentes, es una de mis fuentes de inspiración. Era un hombre con un talento natural extraordinario, pero que recién salido de la escuela se encontró convertido en campesino y sin proyecto de vida, sabiendo que en él había buenas cualidades. Eso le amargaba.

Para escribir 'La última función', Luis Landero se ha inspirado en un amigo suyo, un artista amateur: «Él recitaba a Lorca y yo le hacía un coro con la guitarra. Mi amigo es una persona extraordinaria purificada por el arte», cuenta

XL. Es un tema que le inspira.

L.L. Mucho, sí, creo que en todas mis novelas, de un modo o de otro, aparece esto.

XL. También la infancia.

L.L. Se lo he dicho tantas veces a mis alumnos: el secreto del arte está en prolongar la infancia porque es el asombro. Y asombrarse es empezar a entender. El peor enemigo de la vida y del conocimiento es la costumbre, el encogerse de hombros. Hay que mantener la capacidad de asombro.

XL. La sociedad está muy infantilizada.

L.L. Sí, pero eso es distinto. Yo me refiero al niño que es como un poeta sin saberlo porque todo le asombra y hace analogías de un modo extraordinario, como los poetas. Y, si eso se une al sabio que puedes llegar a ser a través de tus lecturas, tus estudios, tus experiencias, se forma una pareja maravillosa: el sabio y el niño, que son realmente los que manejan los hilos del conocimiento.

XL. ¿Qué opina de los tiempos que corren, de la situación política?

L.L. Que no estamos ni tan mal ni tan bien y que vivimos tiranizados por la política: ocupa demasiado nuestras vidas. Yo hablo mucho con Fernando Aramburu, que se queda muy extrañado de que en España se hable tantísimo de política. Aquí es que hablamos de política continuamente.

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A mano y con pluma. Luis Landero escribe a mano y en un atril: se lo recomendó el médico para combatir los problemas de cervicales. Hace correcciones con colores y luego pasa sus textos al ordenador. «Me encantan los objetos de papelería», cuenta.

XL. La política afecta a muchos ámbitos.

L.L. Sí, pero en Alemania o Francia no hay esta obsesión por la política, este afán compulsivo donde, además, hay que tomar partido continuamente y donde aparecen los odios, las euforias y las adhesiones inquebrantables. Es agotador.

XL. Ahora, lo políticamente correcto afecta a la literatura con el afán de querer cambiar algunas obras.

L.L. Es una locura, una barbaridad. Estamos llegando a extremos ridículos. El hombre tiene un grado de estupidez bastante alto, sobre todo cuando se juntan muchos. Y esto hace que se expliquen estos despropósitos que estamos viviendo. Siempre recuerdo lo de Unamuno, que decía «vaya melonar, vaya melonar».

XL. ¿Los escritores deben comprometerse, pronunciarse?

L.L. El que quiera lo puede hacer, claro. Pero sobre todo tienen que comprometerse con su arte. Otra cosa sería que viviéramos en una dictadura. Entonces, un escritor quizá podría hacer el oficio que no puede hacer el periodismo y llenar con sus novelas el vacío informativo.

XL. Pero sí firman manifiestos.

L.L. Yo he firmado últimamente un par de manifiestos y ya no tengo ganas de firmar más. Es una cosa que me aburre. Debes tener una actitud ética ante todo lo que haces como ciudadano y como profesor, escritor, como todo. Pero el arte en sí mismo –una novela, un cuadro, una música– no tiene por qué comprometerse, salvo que el autor lo quiera.

XL. Lo políticamente correcto y la cultura de la cancelación se expanden.

L.L. Estamos viviendo una revolución feminista que tiene una importancia extraordinaria. Internet y la revolución feminista son los dos grandes acontecimientos históricos que estamos viviendo ahora. Y como todas las revoluciones tienen sus excesos y sus desmesuras. A veces se utilizan herramientas ridículas para defender causas nobles. Y les hacen un flaco favor a las causas. Si empezamos a cancelar, cancelamos toda la historia, a todos los autores. Es que no se salva ningún autor. Es absurdo querer cambiar lo que ya fue, querer falsear la historia para que coincida con tus deseos y tus ideales. Pero, por otro lado, tiene una parte pedagógica y de advertencia de aviso de que las cosas han cambiado. Pero de ahí a tomar venganza… Hay una especie de rencor y un cierto espíritu revanchista. Efectivamente ha habido una sociedad machista. ¿Qué le vamos a hacer?

XL. La izquierda está fragmentada y enfrentada.

L.L. Y, además, por motivos personales, no por intereses generales. En este país da la sensación de que el interés general no interesa a nadie. Me resulta lamentable, desmoralizador y vergonzoso que los políticos en España puedan haber llegado a un grado de desencuentro como el que han llegado. Que no se ha visto durante la Transición y que creo que habría que remontarse a los peores momentos de los años treinta.

«Conocí a mi mujer con 20 años y seguimos juntos. El amor, con el tiempo, se convierte en algo parecido a la paz y la amistad. Algo estupendo»

XL. ¿Está desencantado?

L.L. Cómo no va a estar uno desencantado. Yo, por ejemplo, en los periódicos apenas leo noticias de política interior. Leo los titulares para estar mínimamente informado, pero no mucho más. En cuanto empiezan a decir que si el PP, que si facciones del PSOE, que si fulanito o menganito… Digo «no, estos cotilleos no»; eso te ensucia, te embrutece, es demasiado tosco, demasiado vulgar. No se puede vender como política lo que no dejan de ser chismes e insultos.

XL. Parece que vamos a tener una legislatura complicada.

L.L. Me temo que sí. Mira cómo ha empezado la cosa con Podemos, que se va a matar con Sumar: piensan ellos que cuanto peor vayan las cosas, mejor. Y qué vamos a decir de Junts y de los nacionalistas, ellos van a lo suyo. Y, si unos y otros van a lo suyo, ¿quién piensa en nosotros, en los ciudadanos, en España?

XL. Para conseguir sus votos, el PSOE les ha hecho promesas.

L.L. Efectivamente. Yo voto al PSOE y estoy completamente en contra de la amnistía. Es una cosa que me parece impresentable. Es que ofrecer la amnistía por siete votos... es algo que yo creo que a muchos socialistas… Yo no soy socialista, voto a los socialistas, pero eso no quiere decir que yo sea socialista. Estamos completamente en desacuerdo y decepcionados y desencantados, por supuesto. No me reconozco con este PSOE, lo cual ayuda todavía más al desencanto porque uno tiene un sentimiento de orfandad, de falta de lugar al que pertenecer. Yo soy socialdemócrata. Soy una persona moderada, de izquierdas y me gusta la socialdemocracia cuando ha conseguido llevarse bien a la realidad, como en los países nórdicos. Y lo que más se acerca a eso desde mi punto de vista es el PSOE. Esa es la razón por la que yo voto al PSOE. Me parece que es lo que está más cerca de ese bienestar y esa cierta justicia que trae la socialdemocracia. Pero estamos desbordados por esto y no sabemos hacia dónde vamos.

«Ahora es muy difícil ganarse la vida como escritor, salvo que escribas un 'best seller' de esos góticos»

XL. ¿Se refugia en la literatura?

L.L. No, no. La literatura es más importante que un refugio. Es mi gran proyecto de vida. Empecé a escribir con 15 años y ahora tengo 75: son 60 años. Y sigo escribiendo con la misma fe, el mismo entusiasmo, el mismo temor y temblor que cuando tenía 15 años. Es el gran amor de mi vida, la literatura. Es lo que le da un sentido a mi vida.

XL. Un personaje de su libro quiere ser escritor y primero busca el estilo y después la historia.

L.L. Hay que tener una visión del mundo y una manera de expresarla. Eso es el estilo. Cuando se tiene, uno está en disposición de escribir algo único. Porque todos tenemos historias que contar. Pero si apelamos a historias sin alma, sacadas del laboratorio, a historias tipo best seller, pues será todo más o menos igual.

XL. Muchos lectores quieren entretenerse.

L.L. Me parece bien y ojalá la gente se entretuviera con los libros, porque ahora el gran entretenimiento es el móvil. Pero la literatura es algo más que un entretenimiento. Es como el amor, algo que te desasosiega. Que te revoluciona el alma. Toda buena lectura tiene que ser como una revolución mayor o menor, pero tiene que haber algo más que el entretenimiento. Porque, si es solamente entretenimiento, se abarata el hecho estético.

XL. Antes era más fácil vivir de la escritura.

L.L. Porque había muchas actividades culturales que se pagaban muy bien. Ahora ganarse la vida con la escritura es muy difícil. Salvo que escribas un best seller de estos góticos, que yo los veo en la Feria del Libro y no sé de dónde han salido todos esos escritores que tienen a la multitud esperando para firmar.

XL. Su libro es también una historia de amor.

L.L. De un amor que no se ha realizado. Cuando eres jovencito, esperas vivir una enorme historia de amor. Te han educado los boleros para vivir un gran amor. Y muchos creen que se quieren, pero lo que pasa es que se han acostumbrado y entonces se cae en la rutina y se fracasa en el amor porque no se cumplen tus sueños. Pensabas que llevabas un póker de ases y llevas dobles parejas.

XL. Usted lleva muchos años con su mujer.

L.L. Sí, nos conocimos en la facultad. Yo tenía 20 años y ella, 18. Y seguimos juntos. El amor se va convirtiendo en algo parecido a la paz, a la comprensión, la armonía, la amistad, lo cual es estupendo porque es donde tiene que desembocar el amor, en definitiva, porque el amor pasional, romántico, dura lo que dura. Pero cuando eres joven piensas en un amor extraordinario, desbocado, un amor que te han vendido las películas, las novelas.

«Si empezamos a cancelar, cancelamos toda la historia y a todos los autores. Es absurdo querer falsear la historia para que coincida con tus ideales»

XL. En su libro hay muchos hombres pesimistas, tristones.

L.L. Probablemente lo han aprendido de mí y yo lo he aprendido de Schopenhauer [se ríe]. Estos hombres tristes tienen más prestigio en la literatura que los alegres. Pero el que sean pesimistas no quiere decir que renuncien a la vida ni a la felicidad, ni que sean conformistas. Yo soy pesimista respecto a la condición humana porque pienso que no tiene mucho sentido la vida en general. Nacemos, estamos aquí trabajando, tenemos que perpetuar la especie, estamos expuestos a morir, a enfermar. Yo soy pesimista, pero me gusta la vida, intento disfrutarla.

XL. ¿Vuelve al pueblo, va a Extremadura?

L.L. Voy un par de veces al año. Pero en realidad no consigo volver al pueblo. Porque el verdadero pueblo es el que tengo en la memoria. Las verdaderas emociones, los valores, los paisajes, todo eso está en la memoria. Cuando voy a mi pueblo, me siento un poco extraño. Todo ha cambiado tanto... Empezando por mí, claro.

XL. ¿Cuáles son sus propósitos para el 2024?

L.L. Tengo una meta que me pongo todos los años: comprar ropa. Nunca la compro. Llevo lo mismo desde hace años. Sería conveniente que cambiara el vestuario.

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