Quisquillas auténticas del Katena de Motril. p. a.
Destinos con sabor

Olores a mastranzo y sabores de barretas, quisquillas y turrones

Pablo Amate

Viernes, 31 de mayo 2024, 00:05

A veces vemos hechos cotidianos en nuestra Feria Grande a los que no les damos el protagonismo justo ni la importancia que se merecen. La ... singularidad de echar el Jueves de Corpus Christi, hierbas recién cortadas y mastranzo por todas las calles del recorrido de la Custodia, por ejemplo, tenía su función y su utilidad, que no era una cuestión meramente estética. Debían intentar difuminar con sus aromas de campo los efluvios de todo tipo de animales, destacando los equinos en todas sus variedades. Calles de la época, sin asfaltar, con todo tipo de residuos que era lo habitual en la Europa de aquellos tiempos.

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Carritos con quisquillas, coco, etc.

Había otras tradiciones de nuestro Corpus. Esos carritos alargados que llevaban un surtido variado, según el vendedor, pero nunca faltaba el coco partido y abierto, que se regaba con un 'aguachurri' de un caldero para quitarles el polvo a las porciones y que no se resecaran. Y a su lado, un puñado de lo que ellos pregonaban como quisquillas de Motril y que por tamaño y morfología, eran camarones. La juventud de esos tiempos no estábamos duchos en hechuras de mariscos y parentela. Los camarones tenían los ojos saltones, con sal para reventar, y te daban conversación, si encartaba, de cómo habían ido las ferias de todos los pueblos de donde venían

Barretas, herencia morisca

Gracias a la gran memoria del doctor M.A. Lapresa, repasamos los hábitos culinarios de aquellos Corpus donde a medio día no se iba por el calor. Por la tarde, los columpios y después, a cenar en casa, dado que las casetas eran muy parcas en condumios. Ya saben, casetas verbeneras de sangría y poco más. Los vinos manzanilla, fino u oloroso no se conocían aún. Sin embargo la gran tradición de comprar una 'cajetilla' de barretas era de ley. Si bien en estos tiempos se ha difuminado tan galamera tradición. Hay de las duras y de las blandas. López–Mezquita, El Sol y alguna otra confitería fueron y son señeras en una elaboración que aparece en el libro de Las Mil y una Noche, aunque con otro nombre diferente.

Turrones y algodones

Hay un dulce peculiar en nuestro calendario festivo: el antagónico turrón, que se come en Navidad y en muchas ferias de pueblos y ciudades andaluzas. No hace tanto, en la feria de Sanlúcar de Barrameda vi carritos del turrón, por ejemplo. Y qué decir del goloso algodón, que surge como magia del diabólico aparato. Disfruten con sensatez y urbanidad de estos días de fiestas.

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