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Los secretos del mítico 'Casa Enrique' de GranadaNo lo pudo evitar y nada más traspasar las puertas, a Enrique se le llenaron los ojos de lágrimas. No había vuelto desde que, el 22 de febrero del pasado año, les dio las llaves de su casa, Casa Enrique, a Luis Alberto Montes y David Gómez. Fue un acto tan sencillo como emocionante que permitía la feliz reapertura del popular 'Elefante', uno de los establecimientos históricos de la Granada tabernaria y gastronómica.
Para Enrique Martínez Baena, sin embargo, suponía poner fin a una larga carrera tras la barra. Hijo y nieto de taberneros, Casa Enrique es parte esencial de su vida y en su vuelta se muestra emocionado, feliz y dichoso al comprobar que todo sigue igual. «Fue una de las condiciones que puso», nos cuentan Luis Alberto y David. «Que todo siguiera igual». Cuando decimos todo, quieren decir todo. Y todo, en Casa Enrique, es mucho. Una barbaridad. Porque mires a donde mires hay una fotografía, un recorte de periódico, un objeto decorativo que cuentan mil y una historias. «Para nosotros es un orgullo continuar con esa larga tradición».
Enrique volvió a su Casa para conversar con Eduardo Castro, antiguo cliente y buen amigo, y para disfrutar de la compañía de Luis y David. Comienza un paseíllo que se convierte es una lección de historia. De historia de Granada y de sus vecinos ilustres. De los literatos, músicos y artistas que por allí pasaron y que dejaron su impronta.
Miles y miles de cañas de cerveza y copas de vino han pasado por una barra que sigue impertérrita, viendo pasar el tiempo. Tras la barra, además de botellas y más botellas —no olvidemos que Luis Alberto y David son dueños de Los Luises, una de las casas de vinos más prestigiosas de Granada— hay grandes fuentes metálicas, bellamente repujadas, un gran reloj clásico y enormes jarrones de cerámica de Fajalauza. «Como si el tiempo se hubiera congelado para que todo siga igual», remachan tanto Enrique como los actuales dueños de Casa Enrique.
Jamones, chacinas y ristras de ajos cuelgan de techos y paredes de ladrillo visto compartiendo espacio con robustas columnas de mármol, piezas escultóricas y botellas de vino y aperos de labranza convertidos en objeto decorativo. El horror vacui como filosofía, que son más de 150 años de historia desde que el establecimiento abriera sus puertas, allá por 1870, para prestar servicio junto a la casa de postas a los clientes de las diligencias y caballerías.
Al final de la barra, unos grandes toneles de vino separan los espacios. Da la sensación de que allí termina Casa Enrique, pero es una falsa ilusión. Porque dos pasos más allá se abre otro espacio más amplio y diáfano, un salón con mesas bajas y taburetes en cuyas paredes cuelgan cuadros de pintores tan reputados como Jesús Conde y osadas intervenciones artísticas de Pedro Moya. Al fondo, otra pequeña barra y, rodeada de botellas de vino y decantadores, una impresionante caja registradora de cobre bruñido. «Nos la han querido comprar muchas veces, pero no se vende», explican Montes y Gómez. Y una pieza maravillosa: una pizarra en la que el inolvidable Martínmorales dedica uno de sus 'monigotes' a su amigo Enrique.
Es virtual y materialmente imposible detallar todos y cada uno de los secretos de Casa Enrique. Tienen que ir y verlo. Y dejarse impregnar por el ambiente, por una atmósfera en la que el paso del tiempo ha dejado una huella indeleble. Y disfrutar, por supuesto, de su propuesta gastronómica, amplia y variada, elaborada con productos gourmet de la categoría más selecta. Y de la igualmente inabarcable oferta de vinos. Una auténtica locura, en el mejor sentido de la expresión.
Casa Enrique es uno de esos establecimientos que, en cualquier otra ciudad, estaría catalogado y protegido. Aquí, el buen hacer y el respeto por el arte y la cultura de sus actuales dueños, Luis Alberto Montes y David Gómez, son el mejor aval posible para garantizar su historia, su belleza y su permanencia en el tiempo.
Aún queda otro espacio en Casa Enrique por descubrir. Se accede bajando unas estrechas escaleras en espiral. Es una especie de gruta, una cueva que parece sacada de una historia de contrabandistas. El silencio es absoluto y la oscuridad total. Cuando se encienden las luces contemplamos el Sancta Santorum, la auténtica bodega de Casa Enrique en la que, tras una reja, se conservan decenas de vinos e instrumentos históricos para su elaboración y conservación.
Hay más obras de arte, de la fascinante luna que derrama su luz amarilla por la pared a los platos pintados a mano y dedicados a la familia de Enrique. Y una mesa baja, matancera, con sus canalillos. Y más fotos y memorabilia. Y el soneto al vino de Borges, que encanta a los letraheridos. Y, y, y… todo un fascinante universo que conforma un tesoro para nuestra ciudad.
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Pablo Rodríguez | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Josemi Benítez
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