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Tatiana Merino
Granada
Sábado, 13 de junio 2020, 02:16
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Recordando tiempos pasados en Casa Juanillo, llegan imágenes de días en los que se realizaban reuniones privadas y 'Juanito' padre, aún en vida, cerraba la cueva para ellas. Según rememora Marina Heredia, en ellas se contrataban cuadros flamencos para animar la fiesta. Es allí donde comenzó, siendo niña y siempre acompañando a su padre, Jaime Heredia 'el Parrón', sus primeros 'pinitos' profesionales. Aunque como ella misma admite «era más un juego que otra cosa». Desde entonces, no ha dejado de ser un lugar de referencia, una cueva canastera donde se siente como en casa. Entre sus favoritos, las chuletillas de cordero que en el restaurante sirven o la tortilla del Sacromonte, porque no sólo de flamenco vive el hombre.
«Soy del Albaicín, y la parada obligada del barrio es Casa Torcuato», cuenta Marina entre risas posicionándose como una clara defensora de las terrazas. «Si se puede, prefiero terraza. Se disfruta más de la calle y la ciudad», continúa. Prefiere el tinto de verano con casera blanca a la cerveza, aunque no abusa y suele decantarse por el agua para acompañar las comidas. Incluso el solomillo al higo que tanto disfruta en Casa Torcuato.
Si míticas son sus paradas gastronómicas por el barrio, su tercera referencia no lo es menos. «Me pierden las comidas en la Peña La Platería», confiesa revelando que este mismo jueves disfrutó de una de las primeras reuniones con amigos precisamente allí. Un punto de encuentro para el mundo del flamenco con más de siete décadas que forma parte de la historia como la primera peña de flamenca.
Como buena granadina es una enamorada de su tierra, y no olvida las tortas artesanales que aún se pueden tomar en Salobreña. Aquellas que cuando era niña repartían en una 'furgonetilla', y que ahora disfruta caminando por el paseo. Le gusta un buen plato alpujarreño y los productos de la tierra, los que le traen recuerdos cargados de anécdotas.
Cuando está por el centro se revela amante de la ensaladilla de Oliver, en la Plaza de la Pescadería. Y aunque su terrraza es más que apetecible, aquí prefiere barra. «Oliver es de las mejores barras de la ciudad, perdérsela tiene delito», explica Marina, que reconoce que tiene ganas de volver a disfrutar de ella al igual que de otras tantas.
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